El pulso viaja a Europa

Se mueve la pelota al ritmo de una música inmejorable que rememora noches de sueños y épica, tan popular la melodía de la Champions que evoca las mejores imágenes de la edición anterior. Hay un campeón, el Barcelona, y después se presenta el resto de aspirantes con el Madrid al frente , todavía sin respuesta a los porqués que torturan a José Mourinho. Cuatro meses y medio después de aquella batalla en Chamartín, recordada para siempre por la expulsión de Pepe y por el furor del técnico portugués en la sala de prensa, la encarnizada rivalidad del clásico desluce cualquier otro foco de interés.

Al Madrid le obsesiona la competición y más desde que el Barcelona es la referencia por éxitos y formas , puesto como ejemplo de todo en cualquier análisis o reflexión de la gente del fútbol. El conjunto blanco se estancó en nueve copas de Europa y diez años después busca ansioso la décima, convertido el deseo en obstinación porque ha perdido la hegemonía en el que siempre ha sido su torneo más querido. Mourinho, que en su hoja de ruta acostumbra a funcionar mejor en el segundo año, ha confeccionado un equipo presumiblemente a su antojo para alcanzar la meta. Ahora bien, y sin que sirva de precedente, pide cordura a la parroquia: « Ganar la Champions League es algo que tiene un gran impacto sobre los aficionados . Hasta el final de mi carrera voy a tratar de ganarla, al menos, una vez más, pero sin que se convierta en una obsesión. La décima llegará con naturalidad».

A falta de fichaje de postín, sin la llegada de galácticos de portadas y algo más comedido en el mercado veraniego, el Madrid incorpora trabajo a una idea que varía poco. Varane, Coentrao, Sahin, Altintop y Callejón refuerzan a un grupo que vive demasiado pendiente de los chispazos de Cristiano Ronaldo , igual de decisivo en Europa. Para empezar, viaje a Croacia para enfrentarse el miércoles al Dinamo de Zagreb y de rojo. Ajax y Olympique de Lyon —una vez más— completan un grupo poco ilusionante en donde el mayor peligro es perder la motivación porque los rivales tampoco invitan a grandes noches europeas.

En la grada estará la noticia porque se le busca asiento a Mourinho, sancionado por la UEFA después del huracán ante las cámaras que arrasó con todo tras el primer asalto de las semifinales con el Barça. El Comité de Apelación le rebajó el castigo de cinco a tres partidos, quedando el cuarto y el quinto pendientes de su conducta futura. Como ya cumplió uno en la cita del Camp Nou de la anterior edición, solo deberá cumplir condena en las dos primeras jornadas.

Mientras se rearma el Madrid desde la necesidad imperiosa de volver a ganar, el Barcelona sigue instalado en el paraíso , tan superior desde que Pep Guardiola tomó el mando de la nave que nadie conoce la fecha de caducidad de este equipo superlativo. En España y en Europa, mismo patrón, misma superioridad, misma sinfonía. Cada versión se mejora y este año se suman a la causa la verticalidad de Alexis —estará lesionado durante ocho semanas después de la entrada que sufrió el sábado en Anoeta— y el insultante talento de Cesc , fichaje del verano que cambia de aires para aspirar a los títulos que nunca tuvo en el Arsenal.

Si el siglo XX fue blanco, el XXI es pronunciadamente azulgrana después de tres triunfo s —2006 con Rijkaard, 2009 y 2011 con Guardiola—, aunque pesa una maldición que castiga al defensor de la corona: nunca un campeón ha enlazado fiesta.

Se estrena mañana contra el Milán en un duelo volcánico que junta en el mismo escenario a Ibrahimovic y a Guardiola, cariñosamente bautizado como el «filósofo» por el delantero después de convivir durante un año como el perro y el gato. El Bate Borisov —Bielorrusia— y el Victoria Pilsen —República Checa— completan un grupo muy descompensado.

Como siempre, todos pendientes del Manchester United —Basilea, Benfica y Otelul Galati son sus rivales—, del Manchester City —capítulo aparte— y del Chelsea, emparejado con el Valencia, Bayer Leverkusen y Genk. De Italia, Francia y Alemania se espera más bien poco.