La nueva vida de Raúl
En la franja horaria de las siete de la mañana suena el despertador en casa de la familia González-Sanz, en una zona exclusiva de Pozuelo. Entonces se inicia la rutina de cada día para el capitán del

En la franja horaria de las siete de la mañana suena el despertador en casa de la familia González-Sanz, en una zona exclusiva de Pozuelo. Entonces se inicia la rutina de cada día para el capitán del Real Madrid. Colabora en la preparación y equipamiento para que sus hijos vayan al colegio. Y siempre que puede, el progenitor se encarga de acercales hasta el Liceo Sorolla, el último colegio desde que se mudaron de casa.
Desde ahí, Raúl se dirige a Valdebebas. Un viaje rutinario a bordo de su vehículo de alta cilindrada con los cristales tintados. Es de los primeros en llegar. Desayuna, lee los periódicos y navega por internet. Le gusta estar al tanto de la actualidad, aunque se prodigue poco en los medios de comunicación.
Dedicación marcial
De ahí, a la camilla. Otra costumbre. Siempre precisa de un calentamiento extra. Es su forma de actuar. Se entrena más que nadie. Se cuida más que nadie. Se mentaliza más que nadie. Y sigue teniendo más hambre que nadie... Es su patrón trivial para permanecer quince temporadas en la elite . Y en el Real Madrid.
De unos años a esta parte, Raúl se ha movido en un escenario extraño. Discutido por un sector de la crítica y arropado por el otro. Siempre el mismo debate. ¿Raúl, titular; Raúl, suplente? Hasta el momento, había salido airoso. Con Capello, Schuster y con Juande Ramos. Y con las mismas armas: trabajo, obstinación, terquedad, goles...
Pero esta temporada se le complicó la porfía. Cambio de entrenador. Llegó Manuel Pellegrini. Y llegada masiva de estrellas: Kaká, Cristiano Ronaldo, Benzema... Además del empuje de Higuaín. La pelea subía de nivel. El perfil de los contrincantes no tenía nada que ver con los Huntelaar, Robinho, Robben, Saviola, Soldado o Baptista.
Pese al handicap, Raúl no cambió su «modus operandi». Llegó igual de fino a la pretemporada y puso el nivel muy alto. Se puso a disposición de Manuel Pellegrini e inicio la parafernalia para ganarse la confianza del entrenador. ¡Bingo! Su entusiasmo y profesionalidad surtieron efecto. Mientras Pellegrini iba conociendo a los nuevos, él ya se había ganado en los entrenamientos un puesto en el once.
El peaje de las figuras
Una recompensa ganada con sudor y respaldada por una trayectoria. Hasta que han explotado las nuevas figuras y se fue ajustando el equipo. Entró en el baile de las rotaciones, pero con la vitola de titular. En los ocho primeros partidos de Liga lució el brazalete y en dos empezó en el banquillo (Español y Villarreal) y mantenía los números en la Liga de Campeones (dos titular y uno suplente).
Hasta que llegó la noche copera de Alcorcón. La derrota puso a Pellegrini contra las cuerdas y entonces éste lanzó el órdago. Puso en el siguiente partido (contra el Getafe) al once que entendía como idóneo. Y en la formación no estaba el «7». Fue el punto de inflexión. Quizás el principio del fin.
Desde ese punto, el capitán sólo ha sido titular en dos partidos (en la vuelta contra el Alcorcón y contra el Zúrich en la «Champions»), cuando el Real Madrid ha disputado trece. Pellegrini ha sabido respetar a la historia y su participación ha ido de más a menos. Nada de portazos ni de destierros. Para el técnico, sigue siendo un jugador aprovechable, más ahora que Higuaín se ha lesionado y Van Nistelrooy sigue renqueante.
Plaza fija en el banquillo
Su desaparición de los partidos ha sido solapada por las actuaciones de Cristiano Ronaldo, Higuaín, Kaká y Benzema. Nada de caprichos del entrenador. Y su vida ha cambiado. Sobre todo en los últimos partidos. Ya nadie se extraña de que aparezca en el espacio reservado para los suplentes ni que tenga plaza reservada en el banquillo.
Ha pasado de hacerse la foto que nunca se publica con el cuarteto arbitral y con el capitán rival, a ser vigilado por los medios por si cae en algún renuncio. De momento, su comportamiento está siendo ejemplar. Ni un mal gesto, ni una altisonante manifestación. Acepta a regañadientes su nueva situación. Y ahora sudará mucho más cuando vaya de caza o cuando practique el tenis en el club exclusivo de La Finca. En el partido contra el Mallorca se llevó la ropa impoluta. Ni pisó el césped; ni salió a calentar.
Roto el cónclave
Una dura situación que encuentra poca comprensión dentro del vestuario. Raúl nunca fue muy amigo de hacer grupo. Y el club ya se encargó este verano de disgregar la pequeña asociación que tenía montada con Míchel Salgado, Heinze y Gago. Sólo sobrevive el centrocampista y la mayoría de los jugadores asumen el desapego del capitán. De hecho, esta temporada se ha celebrado la primera cena de equipo y él no compareció, porque casi nunca acude a este tipo de llamadas colectivas.
Los números son transparentes. El año pasado, a estas alturas de la temporada en el campeonato de Liga (jornada 17) había disputado 1.250 minutos por los 673 de la actual. Casi la mitad. De una media de casi 74 minutos por encuentro, a los cuarenta actuales. Lógicamente, también se ha visto afectada la media de goles. Seis de la anterior, por 3 de la actual -no marca desde la jornada 7-. Una situación poco reversible y que se ajusta a la lógica del paso del tiempo y de la llegada de las nuevas generaciones.
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