La remontada de Luis Enrique

Como siempre, España se quedó con la pelota en cada uno de sus partidos (68,7% de media), pero no supo muy bien qué hacer con ella. Poca profundidad, pocas ideas, poca velocidad, poca sorpresa y pocas ocasiones. Más regular en ataque (un gol, dos, uno, dos) que en defensa (uno, dos, cero, cero), pero enseñando errores y carencias en ambas facetas, por pura estructura.

La mejor noticia del mes de junio. Dio un salto indiscutible. A su conocido fútbol aguerrido y asociativo sin complicarse, incorporó desvergüenza y entusiasmo para soltarse con la pelota. Tiró controles, conducciones, regates, pases y remates, rompió líneas y quiso siempre más y más. Jugó más que nadie (los cuatro partidos, tres como titular, 275 minutos, y fue el mejor en todos ellos). Un gol e influencia decisiva en la mayoría de los demás. Con 17 años se ha hecho con un sitio fijo en el equipo. En el Barça no había enseñado tanto nivel.

La obsesión personal de Luis Enrique, que le adjudica valores que cuesta encontrarle sobre el pasto. Dice que no ve dos centrales mejores que él en el fútbol español y que el domingo estuvo imperial, «a ver si alguien lo dice». Pero el defensa azulgrana volvió a salir en la foto de la peor actuación defensiva del equipo , en Praga. Dos partidos, 180 minutos, peor el primero que el segundo. La selección le queda grande.

La paradoja de Luis Enrique. El teórico goleador del equipo al que no se le piden goles, sino asociación y esfuerzo defensivo. Cuatro partidos, tres como titular, 230 minutos, y un solo gol, ante Portugal. Suena contradictorio, pero efectivamente resulta más útil cuando abandona el área para tocar que cuando la ocupa, y también cuando se deja el alma para la recuperación más que cuando mira a la portería. Un diez para lo que le pide el jefe, un desencanto para lo que espera la grada.

El verdadero goleador de la era Luis Enrique ha trasladado a la selección su frustración en el Barça. Su sequía se le está volviendo obsesión. Se va de la minimaratón (cuatro partidos, dos de titular, 228 minutos) sin un solo tanto del que presumir. No ha destacado.

El más indiscutible. Dice Luis Enrique que sus tres porteros son titulares, pero solo lo es Unai. Lo ha jugado todo, el único con pleno de minutos. Al técnico le proporciona paz y tranquilidad. Participa en el juego, orienta la salida, domina por alto y ataja. Estuvo vendido en los tres goles recibidos y evitó media docena en los que se le exigió hacer milagros.

«Es el partido que peor han presionado los delanteros. Y todos le echan la culpa a Eric García...». Y el delantero que estaba ese día, en Praga ante la República Checa (2-2), era Raúl de Tomás. Ni produjo en ataque ni ayudó en defensa. Era su segundo partido (ante Portugal, los peores momentos de España también llegaron con él en el campo), el primero de titular, y fue sustituido en el 61. No jugó más. Al día siguiente abandonó la concentración por una infección respitoria con proceso febril.

Jugó mucho (cuatro partidos, tres de titular, 216 minutos), ganándole el sitio a futbolistas que parecían estar por delante, y no desentonó. Además sale de la gira como el máximo realizador ( gol ante Suiza y gol ante República Checa). Delantero polifuncional muy del gusto del técnico.

También estaba en la delantera el día que Luis Enrique los abroncó. Uno de los principales del equipo que ha pasado sin brillo por este torneo. Y eso que jugó en todos los partidos, dos como titular (197 minutos).

Jugó ratos de tres partidos, uno como titular, 117 minutos, y le inyectó profundidad y zurda al equipo. Dos asistencias y entendimiento con Koke para recibir y con Soler para ofrecer. Su regreso era novedad y se ganó el derecho a ser considerado otra vez.