El oficio del Nápoles frena al PSG

El Liverpool acababa de sucumbir ante el Estrella Roja en Belgrado (2-0). Un resultado que le daba vida al PSG, mientras que al Nápoles le brindaba la oportunidad de asaltar el liderato del grupo. Era una noche que daba lugar a las sorpresas. No obstante, la noticia del épico triunfo de los serbios ante los vigentes subcampeones de Europa parecía que no llegó al sur de Italia.

La primera parte no hacía justicia a los titanes que estaban sobre el césped del Estadio de San Paolo. Sin ocasiones claras, sin ritmo y sin destellos de las estrellas que abundan en ambos equipos. Insigne, desaparecido entre los italianos. Neymar, encimado en primera instancia por Callejón y en segunda por Allan, el pulmón de los italianos. Mbappé se topó con jugador que ha conseguido lo que parecía imposible, pararle. Allá donde estuviese el francés y en cada cabalgada que intentaba, allí estaba el senegalés para amargarle la noche. Sin un claro dominador, el balón deambulaba por el campo

Llegaba el minuto 40 y todo seguía igual. Intentos tímidos por parte de los dos contendientes sin llegar a concretar en disparos entre los tres palos. Pero la disparidad estaba en los banquillos. Ancelotti estaba impasible, el empate no parecía inquietarle. Tuchel se desesperaba. Las individualidades de Neymar no rompían el tejido defensivo napolitano.

Y cuando todo parecía abocado a la reanudación, apareció Bernat. Mbappé encontró el oxígeno del que le privó Koulibaly en el costado diestro. El galo se internó dentro del área y le sirvió en bandeja el tanto al lateral zurdo, que llegó completamente solo desde segunda línea para adelantar a los parisinos al filo del descanso.

Los franceses salieron del túnel del vestuario con calma, estaban por delante en el marcador en un estadio poco dado a las derrotas de sus jugadores. Mbappé, el niño prodigio del fútbol, aprende rápido. Sabía que tenía que entrar por el lado de Albiol y no por el de Koulibaly, y así hizo. Se intuía que el «7» se convertiría en la pesadilla del central español.

Pero la comodidad se transformó en agonía. El Nápoles se desmelenó y se fue con todo hacia la portería de Buffon, al que no le pesaron sus 40 años y que con dos grandes paradas consecutivas a Mertens mantuvo vivo a su equipo. El asedio era absoluto. En Nápoles aún se preguntan cómo no pudieron empatar en ese trepidante arranque de la segunda parte.

Sin embargo, el empuje tuvo su recompensa. El guardameta que tantas veces amargó a los napolitanos vestido con la camiseta de la Juventus cometió un penalti en el minuto 60 después de arrollar a Insigne, que asumió la responsabilidad de batir al que fue su compañero de selección desde los once metros y no erró. La igualada subía al marcador. Fue entonces cuando el Nápoles sacó a relucir su ADN italiano. Acogieron con especial gusto el resultado y le cedieron el cuero a sus rivales, a la espera de una contra que matase a los parisinos.

Con Mbappé y Neymar obligados a retroceder al centro del campo para generar desequilibrio, Tuchel sacó al ariete Cavani con la esperanza de que cazase un balón largo en detrimento de Di María, inoperativo en la segunda manga.

El marcador no se movió. Cavani no olió bola. Neymar y Mbappé fueron inhibidos. El Nápoles salió a no perder el encuentro y lo consiguió. A pesar de todo y por fortuna para el PSG, todo sigue muy apretado en uno de los grupos más disputados de la Liga de Campeones