Mucho enojo y poco corazón

Hacer un gol antes que el líder. Ésa era la consigna. Meter presión y esperar que se atenazasen músculos e ideas. Pero este Madrid no ha sabido tomar la iniciativa en pocas ocasiones. Le tocó remontar en la Copa y no pudo. Se vino de vacío de Lyon y se despidió de la Champions. La falta de tensión le obligó en más de una ocasión a tirar del toque de corneta.

Y ayer se repitió la historia. Con los marcadores a cero, el Barcelona sintió el desasosiego. Pero como el Madrid se dejó marcar un gol, se esfumó el ansiado golpe psicológico. Llegó el tanto de Duda y el líder arrinconó al Valladolid, después de concederle las ocasiones del miedo. Fue real.

El aspirante perdió el oremus en todos los sentidos cuando llegó el segundo golpe en el Camp Nou. Hasta Guti se vio traicionado por los nervios. Se encaró con el asistente en una jugada y se enzarzó en una bronca con su delegado de equipo, Chendo. Higuaín se jugó la expulsión en una rifirrafe con un central del Málaga. Florentino Pérez no pudo esconder el rostro de decepción en el palco. Era el puzzle de la derrota. Remar para morir a la orilla.

A la media hora, todo estaba decidido. Los transistores sólo dejaban malas noticias para los intereses blancos. El Barcelona dejaba correr el tiempo esperando la bandera a cuadros mientras el Madrid caía en la trampa. Menos fútbol. Menos ganas. Más depresión. Más desidia.

Sólo Van der Vaart tiró de vergüenza torera para meter a su equipo en el partido. El Madrid vivió con impotencia la recta final. No pudo ganar para llevarse la cuchara de madera esculpida con los 98 puntos improductivos.