El Olympique recupera la leyenda

En volandas, con una mano casi inocente, pero no del todo, marcó Thauvin el primer gol local, al cuarto de hora. El excelente Payet botó una falta con su toque perfecto, con efecto, al segundo palo, y allí apareció Thauvin para cabecear tan mal que el balón cayó muerto, le dio en la mano izquierda y entró. Era involuntaria, pero fue una mano decisiva. El árbitro no se dio cuenta. Tampoco los defensas del Salzburgo, pardillos en estas lides. Nadie protestó. Y Thauvin se acercó a la grada a caldear el ambiente.

El gol significó que el brioso Salzburgo saliera de su encierro y abriera líneas en busca del empate. Llegó bien al área francesa, para demostrar una falta de remate que puede costarle cara. El Olympique respondía con ataques de potencia. El encuentro se convirtió en un intercambio de golpes con mucho despliegue y poca pegada. Solo Payet y Luis Gustavo ponían en el conjunto francés unas dosis de toque y pensamiento. El resto de sus compañeros corrían como pollos sin cabeza a un ritmo insoportable. Perdían balones, los recuperaban y volvían a perderlos ante un rival, el austríaco, basado también en la fuerza, con poca técnica y mucho sudor. Hwang y Dabbur, los dos puntas del 4-4-2 del Salzburgo, se desgañitaron para presionar arriba, porque sus compañeros no les daban pases claros.

Todo era una pelea de errores, robos y nuevos errores en el centro del campo por parte de los dos equipos. Los dos conjuntos corrían de sobra y les faltaba precisión en los centros y cabeza fría. Fue Payet quien marcó la diferencia.

El fino Ocampos se lesionó en el Marsella y entró Anguissa, otro futbolista de fuerza. En ese duelo físico, el Salzburgo tuteaba a su enemigo y Wolf tuvo la gran ocasión del empate al disparar una vaselina desde el borde del área que el guardameta Pelé despejó al límite con un guante de oro negro. Se acercaba la hora de partido y el desgaste exigía cambios. Clinton, nada que ver con Bill, entró por López en los caseros. Gulbrandsen sustituyó a Hwang en los visitantes. El refresco vino muy bien al cuadro dirigido por Rudi García, que anotó el segundo tanto gracias al recién ingresado en el encuentro, Clinton, que definió con un disparo colocado otra jugada magnífica de Payet, el verdadero culpable de este triunfo.

El proyecto francés que paga Fank McCourt, el millonario estadounidense, camina hacia su primera final, pero el ilusionado Salzburgo, patrocinado por Red Bull, busca su primera final y necesitará muchos Red Bull para remontar en su estadio.