Los penaltis marcan el nuevo clásico del fútbol inglés

Inglaterra, terrón de tradiciones bien honradas y publicitadas, presentaba al mundo el que es su máximo exponente actual en esto del fútbol: el Manchester City de Guardiola contra el Liverpool de Klopp. Bajo la lluvia, ambos técnicos salieron al campo envueltos en amapolas, literalmente, para honrar a los fallecidos en los conflictos armados de nuestra turbulenta historia, mientras que por el Etihad, tan vacío como el resto, se desplazaban las notas ceremoniales de los trompetistas que presidían el acto. Un paisaje tan desolador y extraño como la propia realidad, reducido, si es que es posible, por dos de los equipos más atractivos del panorama actual.

Los de Liverpool salieron al campo con sus cuatro jinetes, restando un centrocampista a la ecuación ante la baja de Fabinho, mientras que el City, apostó por el peleón Gabriel Jesús ante la ausencia de Agüero. En una de estas, Mané recibió, se giró y fue derribado por Walker en el área. El árbitro revisó la jugada en el VAR y pitó penalti. Salah, tan frío como la máquina, anotó con un disparo ajustado al palo izquierdo. Guardiola escenificaba sus bailecitos habituales de incredulidad ante la decisión arbitral.

El City, como es costumbre, tenía la posesión. De Bruyne, que cuando su equipo tiene el balón empieza a dibujar unas fantásticas curvas, de fuera hacia dentro, de atrás hacia adelante, empezó a estirar al City y el equipo empezó a imponer su ritmo, pausado y eléctrico a la vez. Jesús, que es más de lo segundo, convirtió un pase interior del belga en una asistencia, porque con un giro de cadera y un taconazo se zafó de Arnold y mando la pelota a la red . El de Sao Paulo, que en su fútbol poco tiene de brasileño, más de uruguayo o argentino, fue un incordio constante para los defensas de Liverpool, un poco descentrados desde la baja de Van Dick. Gómez, elegido para sustituir al holandés, sacó una mano inocente, del que tiene tantos asuntos que atender que se deja las llaves en casa. Hubo que revisarlo, y aunque fue clarísimo, De Bruyne, con uno de los mejores golpeos de las islas, mandó el balón fuera desde los once metros en un fallo impropio. Tras esto, todos al túnel de vestuarios.

A la reanudación y tras un gran pase de Cancelo, hoy lateral izquierdo, Jesús, con un buen giro cervical, casi hace el segundo . Pese a que Firmino hizo la réplica poco después con su fino pie, los de Klopp no estaban del todo cómodos, y Arnold, uno de los emblemas de este Liverpool, kilométrico carrilero, se lesionó, dejando en cuadro la defensa de los reds, parcheada con el veterano Milner. Guardiola dialogaba con Juanma Lillo, porque veían optimismo y necesidad en el partido, mientras Klopp miraba para todos lados sin encontrar una respuesta a la que agarrarse. La lluvia, que no paraba, diluía poco a poco el fútbol, cortocircuitado también por las faltas de ambos bandos. El árbitro pitó el final, dándole brillo al punto del Liverpool y sembrando la duda en el City.