El Madrid completa el esperpento
Tiró la Copa en un ejercicio de suspenso colectivo. En tres horas sólo ha hecho un gol a un Segunda B como el Alcorcón.
Se consumó el esperpento. Otro Segunda B deja al Madrid en la cuneta, malherido y con la sensación de que este equipo no sabe jugar al fútbol. Tres horas empleó el equipo de Pellegrini en una obra surrealista, en la que sólo fue capaz de ... hacer un gol a un equipo no profesional. Sonrojante correctivo para un proyecto ideado para pelear por los tres títulos. El público recriminó la actitud de los jugadores al grito de «Pellegrini, dimisión».
Anquela tira de gracejo andaluz en las distancias cortas. Es su forma de entender la vida. Para motivar a sus jugadores había pensado en muchas cosas. En rebajar la atmósfera de euforia o de miedo para disputar el partido con un mínimo de garantías. Pensó en una especie de fábula.
«Mirad, chicos. Ahora mismo somos una cucaracha. Y el Real Madrid nos quiere aplastar con todo su potencial. Van a sacar los tanques para aniquilar al Alcorcón. Nos quieren achicharrar de un buen pisotón. Pero vamos a ver si el tacón del zapato tiene alguna gatera y por ahí nos escapamos».
Vaya si había gatera. Más bien una gruta con premio. El Real Madrid se metió al partido a la carrera, enlazando tres ocasiones en los primeros diez minutos. Metió al rival en su área. Se pensó en la posibilidad de la remontada. En la sangría. Ruud tuvo la primera y se encontró con Juanma. Luego le tocó a Arbeloa. Agua. El Madrid tenía el balón y mandaba. En la grada se esperaba el primer golpe serio. Espejismo. Y grande. El Alcorcón fue cerrando todos los caminos que conducían hacia su portería y logró llevar al partido a su terreno.
El Bernabéu se fue dando cuenta de la realidad. Allí no había ni materia ni espíritu para sacar adelante la eliminatoria. Ni rastro de la épica. Ni del miedo escénico. Sólo once hombres con los papeles sin aprender. Jugó mal el Madrid antes del descanso. Tampoco invitaba a mucho la alineación con Diarrá y Gago en la sala de máquinas. No estuvo acertado Pellegrini en la distribución. Y mientras, Sergio Ramos, Benzema y Xabi Alonso con el día libre.
El Real Madrid fue de más a menos. Creció el Alcorcón porque le quitó el balón y porque veían más cerca el sueño de salir ilesos del Bernabéu. La «cucaracha» llegó con mucha vida al descanso. Con un cero en su portería. Impensable para muchos. Realidad para la mayoría de los que acudieron al estadio. El público tampoco apretó. Sigue anestesiado, como antaño. Harto del bostezo y del mal fútbol.
En la segunda parte, Pellegrini reordenó a su equipo. Quitó a Diarrá y metió a van der Vaart. Mejoró algo el Madrid. Quizás porque al Alcorcón le comenzaron a pesar las piernas. Lógico. Habían pasado poco más de cuarenta y ocho horas desde que había jugado con el Cacereño. Van Nistelrooy estrelló un balón contra el larguero. Otro espejismo. Otro arreón sin continuidad. Y el reloj más rápido que Bolt. La bronca comenzó a tomar cuerpo.
Sólo faltaba la excusa. Y llegó en un cambio. Retiró a Lass y metió a Marcelo. La grada estalló al grito de «Pellegrini, dimisión».
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