José María Minguella

Yo fiché a Maradona

Josep Maria Minguella

Hoy es un día triste para el mundo del fútbol aunque es cierto que no me ha sorprendido el fallecimiento de Diego. Era una persona de riesgo que ya llevaba tiempo flirteando con este desenlace. Al enterarme me han venido un sinfín de anécdotas a ... la cabeza. Le tenía un cariño especial porque Maradona fue la primera operación que hice como representante de futbolistas y eso me hizo muy conocido. Desde entonces he conservado una gran amistad con él.

En 1980 conseguí firmarle tras un acuerdo con Argentinos Juniors, su agente, su familia... Pero cuando llegué España me llamó Julio Grondona, presidente de la Federación de la época. «Che, tenés que venir, porque hay un problema». Allí me esperaba el contraalmirante Carlos Lacoste, al fondo de un túnel custodiado por soldados con fusiles. Y me soltó: «Olvídese, Maradona no saldrá hasta el Mundial de ustedes». Y efectivamente no llegó al Barça hasta 1982. Quisieron tapar con el fútbol de Diego las barbaridades del régimen, desviar la atención de la gente.

Maradona era un tipo cariñoso y cercano. Estaba siempre rodeado de su clan. Recuerdo que fuera a la hora que fuera a su casa siempre había alguien comiendo en la mesa, viendo la televisión en el suelo... Estaba en una casa espectacular, en Pedralbes, barrio alto de la Ciudad Condal. De hecho, cuando iba a verle a Nápoles me decía: «José María, dile al presi -refiriéndose a Núñez- que si me consigue la misma casa vuelvo a Barça». Se ha especulado mucho sobre la vida de Diego y se le ha difamado. Se le ha criticado porque cuando en la vida de una persona hay luces y sombras siempre adquieren más fuerza las sombras. Pero lo que acabó con la carrera de Maradona en el Barça fue un proceso vírico y una entrada criminal por la espalda en el centro del campo. Si no hubiera pasado eso nos habría dado diez años de gloria, plagados de Ligas y Copas de Europa. Todo eso no esconde que no tuviera suerte a la hora de saberse rodear de gente.

Intervine también en su pase al Nápoles y al Sevilla, equipo al que pude llevarlo a cambio de varios partidos amistosos aprovechando que en la Serie A le habían sancionado. Siempre tuve una relación espectacular con él. Era un fenómeno como persona y un icono como futbolistas. Los ingleses jamás soportaron que un jugador bajito, paticorto y melenudo les ajusticiara con un gol que no era, porque lo anotó con la mano, y otro rifándose a medio equipo. Era la romántica venganza tras la guerra de las Malvinas cuatro años antes.

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