La intrahistoria del fracaso de la Superliga

Aún hoy muchos de los implicados se siguen preguntando qué ha podido pasar para que el fracaso de la Superliga haya sido tan estrepitoso. La respuesta más repetida por Florentino Pérez en sus aparicions públicas ha sido la de la falta de explicaciones. Una estrategia de comunicación fallida que comenzó con un comunicado casi furtivo un domingo y que en dos días no tuvo más respuesta a las críticas que un par de entrevistas del presidente del Real Madrid .

Mientras arreciaban las voces en contra, la Superliga permaneció casi en silencio , dando pábulo a sus detractores, que fueron rápidamente convenciendo a los aficionados de que el proyecto iba en contra del fútbol. Sea o no realidad, lo cierto es que esa idea caló entre los seguidores, que se lanzaron a las calles para protestar, lo que supuso el principio del fin para la Superliga . Nadie quiere fans en contra en su propia casa y menos en la Premier, donde la virulencia de los hooligans es capaz de dinamitar presidencias como en ningún otro lugar.

Entre los miembros de la Superliga sorprendió también la virulencia de los ataques y la inesperada coordinación de los mismos . Como si estuvieran ya preparados a la espera del primer movimiento. Una sospecha que tiene su origen en un supuesto 'chivatazo' de Laporta a Tebas días antes del lanzamiento. Conversación privada que podría haber puesto en alerta al presidente de LaLiga y que habría desembocado en una estrategia de defensa que ha resultado un éxito.

Porque tanto las ligas nacionales, como la UEFA y la FIFA no tardaron en lanzar comunicados y en poner a funcionar su maquinaria comunicativa nada más conocerse el lanzamiento de la Superliga. Cañonazos contra tirachinas. Si en un lado todos daban su opinión en contra; por el otro solo aparecía la voz de Florentino, como si la Superliga fuera su proyecto. Como si los demás clubes fundadores estuvieran de prestado.

Otro de los detonantes fueron las amenazas de la UEFA y la FIFA , que calaron, sobre todo, entre los futbolistas. Sin tener mucha base legal, la posible sanción por disputar la Superliga metieron miedo a los jugadores, que empezaron a posicionarse también en contra. Era el golpe definitivo. De nada valieron ya las explicaciones ni las posibles negociaciones. La Superliga había muerto, al menos tal y como se presentó.

Proyecto de 7.000 millones que se lanzó sin ninguna estrategia de comunicación y al que le esperaban con una batería de medidas en contra que fueron convenciendo a la opinión pública. De hecho, se pasó de un apoyo del 70 por ciento en las encuestas previas a un rechazo casi total. Adiós al sueño de los grandes clubes, que deberán solucionar ahora sus problemas económicos de otra manera.