El hijo del utillero llega a la cima
El que vea esa sonrisa fácil, enmarcada en unos pómulos que hacen desmayar a las mujeres, pensará que Cristiano Ronaldo lo ha tenido fácil. Todo en él irradia felicidad, lujo, brillantez, la mirada del triunfador. Pero en el sendero hasta llegar a lo más ... alto de su carrera deportiva, CR7 ha dejado muchas minas explotadas que no le arrancaron de cuajo la sonrisa porque en la base, cuando era un chaval, le cubrieron con armaduras que forjaron un carácter.
Cristiano, de sólo 24 años, es hijo de un utillero, el del Andorinha, club en el que dio sus primeros pasos. Le habían puesto el nombre porque su padre admiraba a Ronald Reagan, y pronto destacó tanto que los clubes de la zona se pegaban por él y Sporting y Nacional se lo disputaron. En 2001, el técnico del primer equipo, Laszlo Boloni, se dio cuenta de que en las divisiones inferiores había un chaval que jugaba más que los titulares del primer equipo. Intentó subirle, pero unos reconocimientos médicos le obligaron a desistir. Lo hizo al año siguiente, ante el Inter. Tenía sólo 17 años y en pocos partidos todos hablaban de él. A los 18 era internacional.
Sólo dos años después, el Manchester lo compraba. Demasiado pronto. Cristiano pasó un infierno al que sólo sobrevivió porque el Sporting había cuidado su interior. Los lisboetas le pusieron un equipo de psicólogos, tutores y educadores que intentaron aislarle de lo que se le venía encima. Una coraza para evitar lo que suele decir Jorge Valdano de los chavales jóvenes de barriada pobre (Cristiano lo es, al contrario que Kaká, niño rico): que les atropella el camión de la fortuna.
Cristiano se estrelló en los primeros años de la Premier. Ese fútbol de choque, noble pero duro, no era el juego al que él estaba acostumbrado. Tampoco tenía el físico necesario para aguantar las entradas de tipos de 1,90 que habían aprendido a los pechos, y botas, de gente peligrosa como Vinnie Jones y similares. Ferguson puede ser lo que se quiera: cascarrabias, faltón y mal educado, pero sabe de fútbol, y sabe mucho. Tuvo paciencia con el chico, le metió en el gimnasio y trabajó con él. En una palabra: le maduró. Así que, como es tan bueno, acabó por explotar.
Su racha de resultados no tiene parangón: campeón de Europa, bota de Oro, máximo goleador de la Premier, figura indiscutible de Portugal y, para muchos (con permiso de Messi), el mejor jugador del mundo. Lo tiene todo: disparo con ambas piernas, velocidad de vértigo para lo alto que es (1,85) pues tiene el centro de gravedad bajo, remate de cabeza, visión y regate. Es un «Terminator» recubierto de piel humana.
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