Bella gesta del Hércules y otro ridículo del Barcelona

Sin ser tan querido y sin jugar con su Herrera/Messi, el Barça se plantó ayer en el Rico Pérez para el trámite copero. La hora, impresentable. La alineación, repleta de novedades. Tras el espectáculo que unas horas antes había dado el joven Mariano con el Madrid, asistimos al encuentro con la razonable expectativa de descubrir a una joven promesa.

Los de Luis Enrique empezaron controlando y dominando; el Hércules replegado con su defensa de cinco, y aprovechando las imprecisiones de los visitantes para salir a la contra con tanta velocidad como inocencia. Poco ambiente en las gradas y público, todavía menos.

El Barça jugaba más retórico que profundo, haciéndose evidente lo inútil que esto resulta contra una defensa de cinco. El Hércules se defendía más cómodamente de lo que el Barcelona era capaz de atacar. Primera media hora aburrida, pero sobre todo absurda. Sin ningún interés, sin ninguna calidad, con el único aliciente de que por casualidad los alicantinos consiguieran marcar y avergonzar así a los azulgrana, que no estaban jugando a nada.

Dalmau por la derecha era el más brillante de su equipo; del Barça nada que destacar, salvo su mediocridad, su descoordinación, su paulatino apagarse a medida que los minutos pasaban. No es que el gol no llegara, es que no se le esperaba. El público guardaba un silencio sepulcral que sólo interrumpía para insultar al árbitro.

Sin nada concreto, ni conceptual, ni global que consignar, el partido llegó al descanso. Los de Luis Enrique querían y no podían. El Hércules empezaba a hallar razonable a arañarle un empate al Barça.

La segunda parte empezó con una falta al borde del área culé que el Cillessen paró con autoridad y no era fácil. Muy bien Cillessen, aprovechando con seriedad la oportunidad que su técnico le daba.

Pero quien de verdad aprovechó su oportunidad fue David Mainz en el minuto 52, rematando con el pecho —o con la barriga— un centro que el defensa Borja López, incomprensiblemente, no supo rechazar. Bella gesta local. Aparatoso ridículo del Barça, que parecía no entender que para ganar hay que meter goles, y que para meter goles hay que chutar.

Hasta que por fin el más joven lo entendió, y se atrevió, y Aleñá se estrenó con gol como los elegidos, demostrando que tiene cabeza para competir. Su buen y potente disparo, desde los 25 metros largos, batió a un poco inspirado Iván Buigues, que pudo hacer bastante más para detenerlo. Más importante que el gol, fue que Aleñá demostró que fue capaz de entender el partido y de desencallárselo a su equipo.

A partir del gol, Digne se atrevió también a chutar, tal vez demasiado; y el Barça se empezó a estirar, y el Hércules a notar el cansancio. Pero en cualquier caso, la apatía y la vulgaridad continuaban siendo las características del Barcelona. Cardona , que había entrado por Aleñá en el 75, tuvo en el 77 un par de remates claros para marcar, pero no estuvo ni cerca de conseguirlo.

El clásico es siempre otra historia y lo normal es que el Barcelona pueda resolver esta eliminatoria en el Camp Nou. Pero su fútbol tan pobre, tan menor, tan desagradable de las últimas semanas, además de resultar muy aburrido, no es propio del espíritu de un gran club, y rebaja su dignidad. Y no está de más recordar que la dignidad, aunque no sea un resultado, es algo que sólo los que la pierden piensan que no no tiene ninguna importancia.