LIGA BBVA
Messi se enchufa a tiempo
El argentino, poco activo al principio, aparece cuando el Barcelona pasaba un mal rato ante un Athletic que le complicó mucho las cosas al líder
ENRIQUE YUNTA
Para todo, Messi es decisivo, encumbrado por ese don celestial que tanto enamora en el barcelonismo, enchufado cuando más se le necesitaba pese a su gris puesta en escena. Resopló Sandro Rosell con el gol del argentino y en su suspiro le acompañó ... el campo entero, incapaz de asimilar el empate después de dos resbalones inoportunos antes de que llegara el bravo Athletic. Sin saber cómo, se le complicó de nuevo algo que parecía encarrilado y hasta el último tramo convivió con la angustia, desconocida por esos lares de festejos permanentes. Con Alves como asistente, generoso en los dos tantos azulgrana, Messi puso el pie y acabó con la resistencia vasca en un enorme partido. [Narración y estadísticas]
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Como la gente quiere Liga, hay un empeño colectivo en cuestionar al Barcelona cuando le salen dos malas tardes como las de Gijón o la de Londres, una excepción en la victoriosa rutina del equipo de Guardiola. Es más una cuestión de ilusionarse con darle vida a un campeonato porque en febrero ya se intuye el final, considerados los cinco puntos de ventaja entre los dos gigantes como una renta insignificante sin que se tenga en cuenta que apenas se han perdido monedas por el camino desde que empezó el curso. Se le busca un elemento divino al mal fario de febrero, que suele ser antipático en clave azulgrana, pero es casi una quimera esperar que el Barça tenga tres malas citas, prácticamente descartado porque en las dos anteriores, pese al empate ante el Sporting y la derrota ante el Arsenal, hubo tiempo para el buen fútbol. Con la visita de un Athletic que jamás engaña en su puesta en escena, el Barcelona se pareció a sí mismo y enderezó el camino, reconciliado a ratos con su juego de salón y buen alumno para apender a sufrir.
Fuera de juego de Alves
Le salió todo a pedir de boca en el arranque, apaciguada la parroquia antes de que se sentara porque en cuatro minutos ya se estaban abrazando cuando aún retronaban las notas del Tot el camp. A raíz del gol de Villa, fruto de una jugada soberbia sin que se omita que Alves asistió de primeras al asturiano en posición de fuera de juego, el Barcelona se acomodó en el resbaladizo césped del Camp Nou, anoche confraternizado con sus héroes para demostrarles la plena confianza que les tienen. El buen gusto es un rasgo inherente al carácter de este grupo y trianguló a su antojo en parcelas minúsculas, quizá demasiado empeñado en que cada jugada fuera una obra de arte, un pelo excesivos los tacones cuando no era necesario tanto lujo. Jamás, sin embargo, puede ser eso un reproche y sólo se habló en catalán, maldecido el larguero porque otra vez discutió con Villa en un remate clavadito al que entró una semana atrás en El Molinón.
Sólo un gol, pocas ocasiones y un muy buen Barcelona que pese a todo se llevó un buen susto en la única que tuvo el Athletic, como no con Llorente de por medio en un cabezazo que descubrió a Pinto, el portero silbador que hizo de Valdés porque la rodilla izquierda del titular se resiente desde hace unos días. Salvo este capítulo aislado, Guardiola vio con buenos ojos a su equipo, reinventado en la zaga con Busquets para todo y Mascherano en la medular, reubicado otra vez Abidal en el costado izquierdo y confirmado el pajarón de Gerard Piqué. Se le mira con lupa desde que sale en otros programas y copa portadas de revistas, castigado con un tirón de orejas por su jefe que no quiero celebrities en su vestuario, y la verdad es que ante el Athletic estuvo mal, superado por Llorente hasta en el regate, más lento que Toquero en la carrera.
Del mismo modo que amaneció risueño, al Barcelona, entregado a un Iniesta colosal, le cambió la cara nada más retomarse el pulso, todavía sin digerir el bocadillo ya que Busquets, vendido por Abidal, arrolló a Llorente en un clarísimo penalti que transformó Iraola. Otra vez, sin aparente explicación, el Barcelona resucitó a un rival que parecía entregado, aunque no es este Athletic equipo de rendirse. En eso se le nota la mano a Caparrós, tan nervioso que devora chicles mientras se mueve como un poseso por la banda, desquiciado al ver cómo Messi, víctima de un penalti clamoroso que se pasó por alto, le privaba de la gloria. El «10» del Barça se enchufó a tiempo.
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