Honor a la gracia del Betis

Con razón se afirma que la final de la Copa del Rey es el partido más hermoso . Resulta contagiosa la ilusión de las aficiones, el espíritu festivo de los contendientes y la atmósfera que ambienta la novela, esta vez las tonadillas de juventud de los ochenta y noventa, Alaska al mando con su ritmo pegadizo y sus letras lúdicas. Hasta eso suena auténtico, tanto como la pasión que ponen Betis y Valencia para inclinar el partido hacia sus intereses.

El Betis se reconoce en el espejo apenas pita Hernández Hernández, un buen árbitro que trata de sujetar las emociones y los llantos de los futbolistas rodantes por la hierba. El Betis hila fino, concentra talento en torno al balón y distribuye en pequeños sorbos, sin atragantarse. Juegan Fekir y Canales , ordenan William y Guido, penetran como flechas Bellerín y Moreno. Es un ritmo armonioso que desconcentra al muro del Valencia, 5 defensas, cuatro más por delante y Guedes haciendo un Messi de miranda.

Los centrales levantinos flaquean en ese tramo y el Betis hace sangre desde la suavidad. El balón de Pezzella a Fekir, de ahí a la carrera de Bellerín y el centro delicioso de éste a la cabeza del ‘Panda’ Iglesias. Golazo del Betis, que planta sus reales en la final .

Hasta la media hora, todo es verdiblanco. Los pases, el balón, la presencia, las llegadas, el gobierno... Bordalás pega voces desde su impecable vestimenta porque quiere otra cosa: intensidad, robos, piernas y carreras. Ejerce Guedes de náufrago cuando surge el destello. Soler rompe las líneas con un toque intencionado, la pelota circula rápida, Ilaix la pone de cine al hueco y Hugo Duro define con mucha propiedad . Empate que santifica el contragolpe y hace dudar al Betis. Otra contra valencianista no es gol por un pelo. Reacciona el Betis con un disparo de Canales al palo, pero Bordalás ha logrado su objetivo.La final está igualada. Su enemigo no ha impuesto las normas de juego.

El Valencia da un paso adelante en todas las facetas. Presiona más, adelanta la línea, mete la pierna, juega más rápido. Toda la leyenda del antifútbol de Bordalás salta por los aires en esa fase. Es un juego intenso, eléctrico, un punto metálico, siempre contundente. Al menos tres ocasiones jalonan la huella valencianista (Hugo Duro, Ilaix, Paulista) que tiene un director de mucho nivel, Carlos Soler, y un gran auxiliar en Ilaix. El Valencia no exprime su momento , muy tocado el Betis, y lo lamenta porque el partido lleva una carga altísima de electricidad y el equipo de Pellegrini se rehace.

No lo consigue por esencia, sino por voluntad y decisión. Ya no es exquisito, pero sí lúcido. Acelera una marcha y se activa Iglesias, que contagia a Juanmi, desaparecido hasta entonces. El aclamado Juan Miguel tiene la victoria del Betis en la bota: solo ante Mamardashvili , y luego en un buen tiro al poste. Son fogonazos del Betis ante el cansancio y los gemelos duros del Valencia, Fekir no acierta solo ante el portero georgiano.

Los entrenadores se guardan los cambios, con la mente en la prórroga se supone, pese a que hay síntomas de fatiga: el árbitro perdona la segunda tarjeta a Guillamón. La final no concede tregua, entra Joaquín, 40 años, la tienen clara el ’Panda’ y Soler, el duelo se va a la prórroga. En el tiempo extra, los equipos no dudan: se hacen daño y no guardan el empate. Se suceden las ocasiones entre el cansancio general y el vértigo. Los penaltis decretan el éxito y el drama: falla Musah, que se acerca a grada para pedir perdón, vence el Betis, su magia, su duende se hacen eternos.