Un Madrid desencajado y muy triste

Se suponía que el Madrid, fiel a la historia, haría valer la tradición, esa que dice que después de un fiasco (como el sucedido en el campo del Levante) el siguiente rival de los blancos pagaría los platos rotos. Pero al que estuvo a punto de venírsele abajo la cubertería fue al Madrid, que se vio superado durante muchos minutos por la presión de los montañeses, no se sabe si activados por la peineta de Cristiano o porque vieron la ocasión de meterle mano a los ayer azules. [Fotogalería: las mejores imágenes del partido]

Más preocupante que estos veinte o treinta minutos de dominio local fueron los restantes en los que una vez que tuvo que respirar el Racing le tocó al Madrid, pero le tocó poco. Pudo mirar y jugar algo el equipo de Mourinho, pero apenas encontró fútbol en sus botas. Todo pasaba por Lass y no por Ozil, algo significativo para entender la razón por la que el Madrid tiró una vez entre los tres palos: un cabezazo de Callejón y en el minuto 44. El resto, dos tiros fuera de Lass y Cristiano.

Bien es cierto que el Racing hizo más de lo mismo. Fútbol control, presión y poco más. Todo en el centro, sin riesgos ni proyección. Partido para abrirse las venas en el graderío porque juego no se vio.

Y Mourinho. Mourinho estaba demudado. Había dejado en el banquillo a Sergio Ramos y Di María , se dice que más por disciplina que por rotaciones (al primero por no decir sí señor a todas las justificaciones de su entrenador, y al segundo por ser el artífice de la tangana). Pero a fuer de ser sinceros, la pérdida fue colectiva, a expensas de que el Racing cediese en su presión y acusase el esfuerzo, sin controlar el choque y, lo peor, sin recursos para imponer su mayor calidad y peso específico. En fin, una muy mala primera parte de los madridistas.

Lo cierto es que si el Madrid, por lógica (rival cansado, mejor actitud, necesidad de los puntos) tenía que mejorar en la segunda parte, apenas se le notó. Dominó, echó al Racing atrás con su toque y la calidad de su gente, pero sin mordiente. Desaparecido en combate Ozil, en una de esas tardes en la que es invisible, el Madrid se quedó en poco. Dominio sin claridad de ideas, sin plan A ni B . Se veía que podía llegar el gol, pero era más un asunto de inercia que de fútbol con mayúsculas en sí, que apareció muy poco en el equipo de Mou.

De hecho, la mejor parada la hizo Casillas, al minuto de la segunda parte. Este falla cero o menos cero. Puede estar frío, templado o caliente, pero cuando se le requiere, siempre responde, y responde bien. Paradón tremendo a tiro de Óscar Serrano y luego cerrojo del Racing, que ya no estaba para casi nada.

El resto del partido, justo es decirlo, fue de acoso y no derribo del Madrid contra un Racing metido en la concha dura, dura (que se lo digan a Arbeloa, de tortuga) de una defensa firme y ordenada . El Real lo intentó pero con la miopía que había presidido su fútbol durante todo el partido. Cristiano estuvo todo el choque peleándose con el juego, Benzema, aislado por la desaparición de Ozil, no estuvo fino. Dominó pero tampoco creó ocasiones y dejó una sensación de tristeza y desazón realmente importante.

Fue la aparición de Kaká la que dio una vuelta de tuerca al partido. El Madrid se volcó con más peligro que antes pero con escasa profundidad. Al final gafas en el luminoso y todas las alarmas encendidas en Chamartín.