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Cristiano, un delincuente modelo

Jesús Lillo

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«Arréglate para los fotógrafos, que no nos dejan entrar por el garaje». «¿Te vas a poner tú los leguis?». «No. Te los dejo». Y para allá que se fueron los dos, de juzgados y photocalls, como a la gala del Metropolitan. Todo perfecto, como corresponde a un modelo publicitario que ha sabido hacer de la delincuencia un valor añadido, igual que aquel Leo Messi que anunciaba natillas y que cuando Hacienda le hizo una paralela le echó las culpas a su padre para así acentuar su perfil párvulo y lácteo, comercializado por sus representantes en la franja materno-infantil de la tele. Más hecho y derecho, Cristiano Ronaldo rentabiliza la condena con un chulesco paseíllo, marca de la casa, todo perfecto, que no retrata sino a su grey de aduladores. Además de la sentencia de conformidad que lo convirtió en autor criminalmente responsable, ayer también firmó autógrafos.

La condena a veintitrés meses y treinta días de prisión y la multa de 18,8 millones de euros -muy benevolente, según los técnicos del Ministerio de Hacienda- aporta a Cristiano unas credenciales delictivas que inhabilitarían a cualquier modelo de inspiración clásica, pero que tal y como están el gremio de la pasarela y su público potencial no hacen sino incrementar su caché. Cristiano Ronaldo no solo se lucró con la idolatría que profesa el consumidor hacia las vidas y los personajes menos ejemplares, sino que en justa correspondencia defraudó todos esos ingresos, paradójicos derechos de imagen, para cerrar el círculo vicioso de una veneración anómala. «Todo perfecto», asegura Cristiano.

La perfección era eso. No hay más que verlo. Cristiano Ronaldo firma su fichaje por el Ministerio de Justicia como si la Audiencia Provincial de Madrid fuera el mercado de invierno. Si hacen camisetas, se las quitan de las manos. Modélico para una afición perturbada, CR-7 se viste de gala para vender su imagen, deslocalizada en las Islas Vírgenes a través de una empresa pantalla que rebota el dinero a Irlanda, a todos los que compran esa mercancía endomingada que ha dejado a la sociedad sin modelos. Para vender calzoncillos nos apañamos con Messi y Cristiano. Dan la talla.

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