Europa League
El Barça no gana ni en la Europa League
El equipo azulgrana empata con el Nápoles y se jugará su clasificación en tierras italianas
Crónica
Humillante la Europa League para el Barça. Humillante horario de la merendola. El himno de la competición parecía el que se pone al final de la ceremonia en los tanatorios y el socio del Barça es tan tonto que no lo pitó, como suele con ... todo lo relacionado con la UEFA, porque no fue capaz de reconocerlo. Qué triste fue ver al Barça en el pelotón de los segundones, de los mediocres. El abrigo de Xavi , cruzado, era tan absurdo como haber acabado en esta feria de perdedores. El entrenador del Nápoles, Luciano Spalletti, iba en chándal, pero por lo menos era de Armani.
En un submundo de periodistas fanáticos, lerdos y normalmente comprados como lo es el entorno mediático del Barça, era de esperar que cualquier atrocidad se blanqueara y se normalizara. Pero es una vergüenza, una puñetera vergüenza, que un equipo y un club con el presupuesto y la historia del Barça haya caído tan bajo. Esto en cualquier sociedad normal lo diría todo el mundo, y el escarnio y la burla que se harían serían tan brutales que servirían de antídoto para que nunca más volviera a pasar. Pero con unos periodistas tan poco profesionales y arrastrados que el día que Messi se fue sólo pudieron llorar con él como aficionados chiflados, sin ser capaces de hacer ni una sola pregunta mínimamente comprometida o interesante, ayer parecía que no había pasado nada y que jugábamos un partido más. Y no era un partido más, era una humillación más. Porque a pesar de la basura que hoy se enseña en las escuelas catalanas hay que decir bien claro que no, que lo importante no es participar sino ganar. Competir en la liga de los mejores y ganarla.
Por eso daba igual el resultado ante el Nápoles , porque el mero hecho de jugar la Europa League, es decir, la vulgar UEFA, era la más sangrante derrota para unos que presumen de ser más que un club y que tuvieron el arrojo de desplegar, justo antes del partido, una gran pancarta en la grada que rezaba: «Juntos somos imparables». ¿Pero qué imparables, piltrafilla? No hay nada más parado, ni parable, que la segunda división; y que nadie mostrara su indignación por este destino tan miserable, da una idea no sólo de lo poco que merecemos y lo hundidos que estamos sino de que estamos condenados al fracaso porqur no disponemos ni de los más elementales mimbres morales para el resurgimiento.
Además y para acabar de certificar el naufragio, el Nápoles se adelantó a la media hora dejando al descubierto las vergüenzas de la defensa azulgrana. Fue un gol que sobre todo demostraba lo que les ocurre a los equipos y las aficiones que renuncian a la gesta y que de la necesidad hacen virtud y prefieren la propaganda a profundizar en el dolor para crecer en la consistencia de lo verdadero. 70.000 borregos acudieron al Camp Nou, en una demostración más de la decadencia y la vulgaridad de la sociedad catalana. Estos catalanistas que en un año han pasado de silbar el himno de la Champions a tragarse, sin el rastro de la menor dignidad, torneos de loosers como el de ayer.
El Nápoles fue un equipo mucho más adulto, maduro y masculino que el Barça, y que supo hacer mucho mejor lo que quería. Justa su victoria momentánea. Sin ser gran cosa, y sin andar para nada sobrado de talento, Spalletti leyó mejor el partido que Xavi.
El Barça volvió del descanso igual que en la primera parte: recuperando muchos balones y muy rápido pero sin saber qué hacer con ellos. El Nápoles, poco ambicioso, no salía y se limitaba a defenderse. La luz continuaba apagada pero los ataques locales eran más intensos y agobiantes. El empate parecía un poco más cerca, pero era como hiriente desearlo. De repente pensabas en lo que estabas haciendo y te dabas cuenta de que eras uno del Barça sufriendo por empatar contra el Nápoles en la Europa League. Tan deprimente como real, cuando el VAR le hizo ver al árbitro, con algo de retraso, un penalti por mano -o más bien deditos- de Juan Jesús, y Ferran Torres lo transformó. Daba reparo, cateto y provinciano, alegrarse por algo tan triste como empatar en la república de los torpes. Pero como dijo Koeman, «esto es lo que hay». Y como digo yo, “esto es lo que somos”. Entraron Dembélé, Busquets y Gavi por Adama, Nico y Frenkie de Jong. El Camp Nou, con el falso orgullo de una condesa arruinada, pitó a Dembélé cuando salió y cada vez que tocaba el balón. Podrían haberlo pensado antes, cuando votaron a Rosell y a Bartomeu, que arruinaron al club y ahora no podemos ni echar a inútiles como Umtiti. El Barça mejoraba y el Nápoles divagaba. Los aplausos taparon los pitos a Dembélé y con el paso de los minutos llegó la indiferencia.
El Nápoles repelía los ataques pero sin crear nada. Luuk de Jong entró por Aubameyang en busca del milagro (de segunda división). Ferran falló lo que no se puede fallar, solo ante el portero, no una sino dos veces. Mertens también lo tuvo fácil pero tampoco supo adelantar a su equipo. Empate a mediocridad en la pachanga de los mediocres. Por el concepto, por el juego y por el resultado, noche de histórica humillación para el Barça en esta Cataluña aciaga en la que nadie dice nada.
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