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El bar de Mou

¡Balones a Joao!

Hazard en el Madrid de Zidane es como Harpo en «Los Hermano Marx»

Ignacio Ruiz-Quintano

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A Joao Félix (¡su finura es hambre de cuero!) no le pasan balones. ¿Porque no quieren o porque no saben? Bueno, ésa es la cuestión. En el 7 x 7 del derbi (Hazard contra Joao), a Joao no le pasaron balones, pero a Hazard, sí. Hazard en el Madrid de Zidane es como Harpo en «Los Hermanos Marx», que te sientas a ver sus películas con la expectativa de que, antes o después, le pasarán a Harpo un arpa y se pondrá a tocar. Como Harpo con su arpa, así Hazard con su balón. Los cronistas alaban el Tren Inferior de Hazard, que, visto por detrás, son dos bolas de bolera entrechocando sobre la mesa de billar. Los regates de Hazard son como chupitos de Marie Brizard. En el derbi, Trippier se los tomaba como si fueran agua del grifo. ¿Que viene Hazard? ¡Chupito para el inglés! Zidane tiene un ayudante táctico, Bettoni, que era utillero (¡Guardiola era recogepelotas!) y que se pasó el derbi comiéndole la oreja a su jefe. ¿Qué le decía? No lo sabemos porque Bettoni es de esos personajes del fútbol que al hablar se tapa la boca como los picapedreros se escupen en las manos para coger el pico. Pero seguro que su chapa tenía que ver con los caracoleos jerezanos de Hazard.

–¿Cómo ves a Lucas Vázquez, jefe?

–Lo veo de puta madre, así de claro.

Bale no habla español, y entre eso y que juega al golf, casi acaba en la China este verano. Zidane, en cambio, lo habla «de puta madre», pues habla un español de la calle, el lenguaje del pueblo, que tiene encandilado al pipero con ese «de puta madre» que le sirve para explicar cómo está él, o Ronaldo, o Lucas Vázquez, el síntoma de este momento histórico.

Mientras en el Madrid todo el mundo le echa el balón a Hazard, en el Atlético nadie ve a Joao, lo cual constituye una ofensa para el espectador. Es como cuando en el Madrid Beckham no le pasaba el balón a Figo, quien a su vez tampoco le pasaba el balón… a Zidane, que fue a quejarse al presidente y el presidente ordenó a Figo pasar el balón el Zidane y, además, invitarlo a cenar. Qué le costaría a Cerezo ordenar a Koke pasar el balón a Joao y, además, invitar al chico a cenar, aunque fueran unas pavías de bacalao en Casa Revuelta? Lo que no puede ser es llevar a Joao un día al Prado a hacerse selfies con Goya, y al siguiente, al Wanda a hacerse selfies con Canelita porque no tiene un compañero que le pase (que le filtre, dicen los cronistas de ahora) un balón. Total, que nos quedamos sin ver a Joao. Como nos quedamos sin ver a Rodrygo, en este caso porque Zidane lo envió al Castilla como premio a su gol al Osasuna. Hay algo castrador en el estilo de Simeone y en el decisionismo de Zidane. Los futbolistas de Simeone juegan con collar electrónico, de modo que, en cuanto se salen de su sector, reciben una descarga en el morrillo. No tienen caridad con el público, ahora que el fútbol ha descubierto con Klopp el glamour de la caridad.

–La caridad mantiene fresco tu nombre y tu personalidad. Hago donativos y sirvo refrescos en la fiesta de la escuela de San Vicente de Paúl –ha llegado a confesar Seka, la Marilyn setentera del porno, mitad irlandesa, mitad cherokee, un discurso copiado ahora por el entrenador del Liverpool cuando dice, como el otro día en la gala de The Best, que en el fútbol hay gente rica, pero también hay gente pobre.

La gente pobre del fútbol somos los espectadores.

A este ritmo de goles y de puntos ya sabemos que no vamos a batir el récord de Mourinho, pero es que el derbi del sábado en el Wanda parecía un «remake» del Hércules-Burgos del 78 que hizo cantar a los asistentes el «que se besen, que se besen». Los madrileños que huyeron del tostón de Luque en Las Ventas para llegar a tiempo al muermo del derbi en el Wanda, ¿en qué estado anímico acudirán hoy, lunes, a sus puestos de trabajo?

Lo que funciona no se toca, es el lema. Pero es que esto lleva sin funcionar dos años. Para el Madrid había un reto que tampoco se nos hace homérico: ganar en el Wanda. Y a un chico que mete goles, Rodrygo, lo dejamos en el Castilla, y al otro que vino para meterlos, Jovic (tiene gemelos como de sátiro), lo sacamos para pedir la hora. Aunque, bien mirado, hemos salvado a Zidane, que, no nos engañemos, era todo el plan para este año.

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