El Atlético recobra el ardor

Camina el Atlético a la búsqueda de su identidad, un mirarse al ombligo de la pertenencia, esa señal común que ha adiestrado el cholismo como alternativa a los gigantes. No ha terminado de reconocerse en ese traje ajustado, sutil delicadeza de un grupo que antes dejaba una tibia en cada encontronazo y que ahora intentaba jugar al toque, combinar y romper por velocidad. Pocos dudan en el Calderón del Cholo y su idea. El Atlético regresó a sus principios ante el PSV.

Lo hizo a partir de Tiago, pareja blindada de Gabi, como al comienzo de los tiempos. El portugués pertenece a los pretorianos de Simeone, ronchas de piel sobre la hierba del Calderón. Es el matiz que deslizó Gabi en una entrevista y que agrupó al Atlético ayer ante un muro de argamasa. Apenas una ocasión concedió en la primera parte, mientras que disfrutaron sin éxito de una visita ante el gol Gameiro, Griezmann, Godín y Carrasco.

Por la derecha se presentó el nombre imposible a la primera, Vrsaljko, lateral profundo que mantuvo la equidistancia en el manual de Simeone: competencia sana para Juanfran , uno de los intocables. También compareció Giménez, contundencia frente a la colocación de Savic. No jugó el Atlético para presentarlo a concurso, pero sí ejerció ese dominio avasallador, que se impone al rival por vigor e insistencia. Perdía un balón y el centro del campo soltaba un torrente de toxinas para recuperarlo. Le faltó concreción, la reducción de lo esencial: apostarse frente al portero y marcar.

En este punto Gameiro enseñó algún chirrido. Velocidad tiene para superar a un tren lanzado, pero adolece de ese punto de calma que se requiere para concentrarse en lo preciso. El gol se le resistía hasta que encontró la serenidad en el callejón sin salida. Un gran pase de Griezmann, la carrera veloz de Gameiro y el derechazo a la cazuela.

Había perdido el Bayern Múnich ante el Rostov y al Atlético le bastaba con un empate para clasificarse primero de grupo. Pero el Manzanares necesitaba otra catarsis: determinar que lo del Madrid y lo del Sevilla fueron accidentes laborales.

El gol que proporcionó sosiego a la grada provino de una recuperación marca de la casa. El balón botaba sin dueño y Tiago se lanzó con fiereza a por él. Lo conquistó con firmeza ante un holandés, regaló un buen pase a Griezmann y éste no falló. Por encima del acierto, quedó otra impresión. El Atlético, con Tiago en el campo, apuntaló la consistencia tribal que ha convertido al equipo en el peor contrincante posible. La seguridad que necesitaban Simeone y el público.