Desconexión general del Atlético

Estrenada la mañana, todavía con un denso manto de niebla en Madrid, en el Wanda no hubo el plebiscito tan habitual en otras aficiones o estadios más exigentes, tipo Barcelona o Real Madrid, al que se somete al entrenador cuando encadena derrotas o sufre un batacazo como el del jueves frente a la Cultural Leonesa. En muchas gradas se hubiera agitado el nervio social con pitos o malestar. La mayoría de los aficionados del Atlético conocían la reacción de la hinchada. No habría bronca para el Cholo .

Y no la habría por su legado de nueve años, su giro a la identidad de la historia del club, el agradecimiento de una parroquia que ya vivió muchas noches hace muchas lunas como de la Cultural, contra el Sion, el Vitoria Guimaraes, la Politécnica Timisoara y otras tantos equipos. Por el motivo que sea, la afición colchonera no es tan inflamable como otras en estos días de fútbol pijo e irritante.

No se iba a abroncar a Simeone pese a que todo el mundo es consciente en el Wanda que el Atlético 19-20 es el peor de la era cholista, con mucha diferencia el equipo con menos carácter e identidad de todos. Un grupo blando, que concede ocasiones al adversario, que no muerde en la presión, que no atosiga, que no gana cada disputa… Es un Atlético algo contemplativo , alejado de la seña de identidad que impregnó su entrenador y al que le cuesta la vida generar fútbol potable.

Todo eso se vio ante el Leganés, el colista que tomó el Wanda con la autoridad de un equipo de Champions. Necesitado como está, provisto de un esqueleto defensivo poderoso, cinco defensas y cuatro centrocampistas para tapar, maniató a un Atlético tembloroso, que palidece a la mínima, que no sabe combinar, que apenas genera contragolpes después de un robo....

Un Atlético que tiene a Oblak, lo cual se traduce en garantía multianual. Está todo dicho sobre las virtudes y la sangre fría de este portero, que mejora en cada partido. También ante el Leganés sacó un par de manos en la primera parte para calmar el murmullo creciente en la grada después de cada pérdida de balón. Demasiado balón largo de los centrales , excesivos pases atrás, poco genio para intentar arrancadas… La pelota, lejos de ser un aliado, supone un marrón para los jugadores del Cholo.

Si el mejor del Atlético ha sido Correa en los últimos partidos, según buena parte de la crítica, queda todo dicho porque el argentino ofrece en cada intervención cal y arena, tan exasperante es con el balón en los pies.

El partido transitó entre el estrés que vive el Atlético con el balón, la inseguridad que destila su defensa y ese bloqueo general que impide pensar con claridad. Destaca, como sucedió en León, la postura de Joao Félix, quien asumió la responsabilidad de manejar el balón, transportarlo con lucidez y buscar el juego entre líneas, imprescindible en este equipo. No siempre acertó, pero sí tuvo clarividencia en la cancha del Leganés. Lo mismo que Vitolo, otro verso libre con algo de ingenio para avanzar en vez de retroceder.

El equipo de Javier Aguirre detectó la fragilidad de su enemigo y puso todo de su parte para ganar el duelo. Durante muchos minutos del segundo acto, el choque se volcó hacia la portería de Oblak ya que el Atlético no es el muro de granito de antaño sino un manojo de nervios. El gol rondó a Oblak antes del arreón final de los rojiblancos, furioso grupo de futbolistas confusos que no consigue ver la luz. La comedia final de Cuéllar , expulsado por perder tiempo, cerró una matinal tensa en el Wanda.