Maradona, jugador de leyenda
ABC, en el corazón de Villa Fiorito: «Diego siempre va a estar acá con los pobres»
El suburbio donde creció el mito apenas ha prosperado en el último medio siglo. Sus vecinos le recuerdan con devoción
Se entrega en comisaría el empleado de la funeraria que se fotografió junto al cadáver de Maradona
«Ídolos, yogures y frustraciones», por Luis del Val
Alberto Ortiz
A un costado de la autopista, en el extremo sur de la ciudad de Buenos Aires , el asfalto se deshace en arena, las paredes de las casas son de ladrillo visto y en las esquinas las marañas de cables negros apenas dejan ver ... el cielo. En la calle Azamor 523 hay un pequeño altar pegado a la verja de entrada. Sobre las paredes ruinosas se lee una pintada: «La casa de D10S» . Un dibujo del busto de Diego Armando Maradona , vestido con la albiceleste, anuncia la llegada a la que fue su casa de la infancia, en la humilde ciudad de Villa Fiorito .
Noticias relacionadas
«No quiere saber nada. Soy amigo del dueño, pero está podrido de los periodistas y la gente que viene. Si querés me das el celular y paso yo y te saco unas fotos, pero nada de entrar, ¿me entendés?», le dice un vecino al periodista de una televisión que acaba de llegar. El actual dueño de la casa, una chabola rodeada de escombros , ruedas de carro y sillas viejas desperdigadas por el jardín, rehuye a los curiosos y los periodistas que se acercan a la casa de la infancia del «Pelusa» desde que se conoció la noticia de su muerte, el pasado miércoles. El vecino toma el teléfono del reportero, abre la valla y se mete en la estancia. «Ahí tenés, loco. Mirá qué foto más piola te saqué», le dice entre risas.
Velas y dedicatorias
Tras la muerte de Maradona , los seguidores del exfutbolista montaron vigilias en diferentes lugares de Buenos Aires. Muchos vecinos y curiosos se arremolinaron alrededor de la casa donde vivió «el Diego» hasta los 16 años. Allí cantaron canciones, pusieron velas y dedicatorias y muchos lloraron hasta entrada la noche. Unos días después, todavía hay velas encendidas. Sobre la verja de entrada cuelgan banderas de Argentina, una camiseta de Boca Juniors con el nombre del «10» a la espalda y muchos carteles. «Los ángeles se llevaron al mejor del mundo. Nada ni nadie te podrá igualar porque sos y serás el mejor del mundo», reza una cartulina marrón, justo encima de una hoja con una foto de Maradona sosteniendo la Copa del Mundo . Otro cartel dice: «Diego la EP63 “tu escuela” te recordará siempre».
Justo al lado, Norberto charla con un vecino. Está sentado en una silla de playa, a la entrada de su hogar. Es vecino del lugar desde hace más de 40 años y todavía recuerda a Maradona correteando por las calles de barro de la villa. Cuenta que, antes del miércoles, la casa estaba aún más desvencijada. Que algunos vecinos entraron y pintaron la fachada con la cara del jugador, colgaron una camiseta de Boca y otra de Argentinos Juniors y limpiaron el jardín.
La casa pertenece aún a la familia. El que vive ahora es un familiar lejano. Norberto, de 59 años y pelo y barba blanca, lamenta que el lugar se vino abajo cuando murió «Doña Tota», Dalma Salvadora Franco, la madre de Maradona . Da pequeños sorbos a un mate y discute con su amigo sobre fútbol. «Diego, nació acá. Era un villero y eso nunca se lo pudo sacar de adentro». De fondo, se escucha la entrevista de un periodista a otro vecino, Nahuel: «Él quiso siempre a los pobres y después de tanto tiempo él siempre va a estar acá».
Maradona vivió en esa calle hasta los 16 años. Sus padres, Diego y Dalma , eran naturales de una localidad de la humilde provincia de Corrientes, al norte del país. Diego era ganadero allí y cuando se mudaron a Fiorito, en la década del los 50, en plena expansión industrial del país, fundó el Estrella Roja, donde su hijo comenzó a jugar.
Porterías sin red
Ahora, la mayor parte de las casas de la villa tienen agua corriente y muchas calles han sido asfaltadas, pero, hace cuarenta años, todas las carreteras eran de barro y los vecinos tenían que ir a por agua a una localidad vecina y acarrear las garrafas a pie. Eduardo Dosisto fue el dirigente de Argentinos Juniors que sacó a Maradona de la casa de Villa Fiorito. En su autobiografía, «Memorias de un boticario», relata que tuvo que convencer a la familia para sacar al joven futbolista de allí, porque cuando llovía «el Diego» no podía salir de casa y se perdía los partidos. «Había que atreverse a andar por esa zona que quedaba a orillas del Riachuelo, acompañados en nuestro trayecto por unos perros tan bravos como el barrio, que no paraban de ladrar. Allí, en casa de los Maradona, comí uno de los asados más ricos de mi vida preparado por Don Diego, el padre », cuenta en el libro.
A pesar de la mejora de algunas infraestructuras, hoy la ciudad es un lugar de profunda miseria, una de los cientos de villas que proliferan en el conurbano bonaerense, el cinturón metropolitano que rodea a la capital argentina. Es una de las bolsas de pobreza más grandes del país.
Unas calles más allá se ubica el potrero (como le dicen en Argentina a los campos de fútbol de barrio) de Villa Fiorito , donde Maradona jugó sus primeros partidos, en el Estrella Roja. Pancho Torres, que regenta el potrero, cuenta que el nombre del equipo se lo puso Diego Maradona , su padre, porque era fanático del «Che» Guevara. Torres era un chaval como el «10» cuando lo vio jugar por primera vez. «La jugada a los ingleses la hizo varias veces acá», explica, con el discurso ensayado.
El dueño del potrero está acostumbrado a las cámaras y estos días habla con todos los periodistas que se acercan. En la cancha de tierra hay algunos niños que patean la pelota. Las porterías no tienen red y están pintadas con los colores de la bandera argentina. Uno de ellos tiene una camiseta de Boca, con el 10 a la espalda. «Todos los meses viene acá a llevarse pibes. Muchos buenos jugadores han salido de Fiorito», presume. Al fondo, un grupo se congrega en torno a una parrilla y suena un grupo de cumbia villera por la radio.
Torres se entristece cuando habla de la muerte de su amigo de la infancia, a quien vio ascender a olimpo del fútbol desde esa cancha de barro. «Pensé que nunca se iba a ir, en un momento pensás que no se va a ir nunca», dice. Luego muestra unas fotos en su móvil. En una se ve a un joven Maradona con su equipo, el Estrella Roja . «Acá está con Juancho, que murió hace unos días, el 13 de noviembre. Juancho me dijo: Olvidate, Pancho, si me muero yo, me lo llevo al Diego conmigo», cuenta emocionado. Juancho, el amigo de Torres, falleció por coronavirus. La pandemia en Argentina se ha cebado con la provincia de Buenos Aires y especialmente con el conurbano. Las condiciones de hacinamiento, la escasez de agua potable y la dependencia de los habitantes del trabajo informal, que dificultó las cuarentenas estrictas, son razones que explican que sólo en la provincia hayan fallecido hasta hoy más de 20.000 personas. Sólo en Lomas de Zamora, el distrito al que pertenece Villa Fiorito , se han contagiado 23.000 personas desde el inicio de la pandemia.
La estrategia inicial del Gobierno para contener la pandemia consistió en una cuarentena muy estricta, que se extendió varios meses. En Villa Fiorito eso supuso un golpe para la economía local. Muchos de los habitantes de la ciudad dependen de los pequeños comercios, de los trabajos informales (fontanería, limpieza de casas, etc) que quedaron totalmente suspendidos. Durante el primer semestre de 2020, el sistema de estadísticas de Argentina calculó que el 40,9% de los argentinos está en la pobreza. Los habitantes de Villa Fiorito no necesitan mirar las estadísticas.
Aunque Maradona salió a los 16 años de Villa Fiorito nunca se olvidó de sus orígenes. El pasado jueves, muchas de las personas que lo fueron a despedir eran de origen humilde. Sobre ellos sobrevolaba una pancarta: «Gracias, Diego. Sos la villa en carne viva». «Cómo me siento orgulloso de mi mamá, que le dolía el estómago todas las noches para que nosotros pudiéramos comer. También me siento orgulloso de mi papá, quien siempre me dio la oportunidad de jugar al fútbol, pese a todas las dificultades del mundo», recordó en una entrevista.
Corazón de villero
«Yo no me olvido de Fiorito» , insistió en agosto, antes de participar en una iniciativa en la villa para donar alimentos y material sanitario. Maradona participó en el evento de forma virtual, por las restricciones de la pandemia. Cuando vio las fotos de la cancha, se comprometió con los vecinos a reformarla. «Los chicos tienen que tener una cancha mejor», dijo.
Sesenta años después muchas cosas siguen igual en Villa Fiorito. El lugar que vio crecer al mito argentino subsiste en la miseria, al lado de una autopista. Para muchos vecinos, Dios nació pobre, pero no en un pesebre en Belén, sino en una casa de chapa a la vuelta de la esquina.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete