Que ruede el balón en Montreal

Pero tampoco olvidaré nunca -es imposible- cada uno de los momentos que comenzaron a formar parte de mi vida. Instantes ya únicos. Como ese miércoles de mediados de mayo en el que nos concentramos en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. Cuatro días que mezclaron sensaciones. Trabajo duro, intenso, comprometido, unido y convencido de todas. Pero disfrutando. Con ese grado de excitación que da estar cerca de algo muy grande en una carrera deportiva.

Y de Madrid al trabajo en San Pedro del Pinatar, en Murcia. Allí siguió el trabajo intenso. Pero además pudimos contar con algunos ratitos de tiempo libre. Hicimos una clase de zumba. Navegamos por el Mar Menor y nos enseñaron las reservas de pescado. Seis grandes días, en los que disfrutamos de todo. De los entrenamientos. Del trabajo con el cuerpo técnico. De las charlas entre las jugadoras. Ya había piña, pero no me equivoco si aseguro que está totalmente unido el grupo.

Regresamos a Madrid. Tres días. Los últimos antes de marcharnos a Canadá. No hay otro lugar del mundo en el que quisiéramos estar en estos momentos. En Madrid, tuvimos la oportunidad de conocer a una tiradora de esgrima paralímpica: Gema Hassen Bey. Una persona increíble. Conectamos con ella. Nos contó su historia y sus objetivos -entre ellos subir al Kilimanjaro- y nos lanzó un mensaje precioso: «Si tú te mueves, el mundo se mueve contigo».

Días intensos. Compaginando los entrenamientos con actos de patrocinadores, entrevistas en los medios de comunicación, sintiendo esa visibilidad tan necesaria para el fútbol femenino. Todo inolvidable. Pero las ganas estaban en subir al avión con rumbo a Canadá y que pronto llegué Montreal, donde para nosotras rodará el balón en el Mundial.