«Puyol», desde dentro

A través de casi 300 páginas, Lainz expresa con el rigor de un buen profesional y la emotividad de alguien muy cercano al protagonista, los anhelos de un muchacho de La Pobla del Segur (aunque su certificado de nacimiento indica claramente un Vielha) que vivía por y para el fútbol y que sentía en la cabeza y en el corazón los colores del Barcelona. El capitán del Barcelona se incorporó a la Masia en 1995 y allí compartió habitación, entrenamientos y juegos con otras inminentes estrellas azulgranas que harían grande al club. Pero era él el que con más ahínco defendía su posición en el centro del campo primero, en la retaguardia después. También a sus compañeros y, por supuesto, su pelo: «La melena no se toca».

La vida profesional de Carles Puyol se puede contemplar en sus vitrinas. En el texto, Lainz abre otros armarios más íntimos, más cercanos a la persona, a sus dolores, sus lesiones -que tanto daño le hacían por no poder ayudar a sus compañeros- y sus alegrías. Especialmente emotivo el capítulo dedicado a la muerte de Antoni Oliveres o el de la del padre de Puyol. Siendo el jugador muy celoso de su intimidad, el autor sabe destacar el dolor sin caer en lo morboso.

Pero también se destacan con alegría y buen humor los estrenos de Puyol con los diferentes equipos de la cantera azulgrana, o con la selección absoluta. O un final feliz con un hijo en camino. «Puyol es uno de esos futbolistas a los que cualquier entrenador escogería para formar parte de su equipo, tanto por lo que es capaz de ofrecer en el terreno de juego como por su trascendencia dentro de un vestuario», intenta Vicente del Bosque explicar sobre el jugador azulgrana. Tanto el seleccionador como el autor de la obra reconocen que es muy difícil definir o decir algo sobre el jugador porque su valía dentro del terreno de juego es valiosísima, casi indescriptible; pero no llega a lo que aporta como persona.