El Levante asfixia al Barcelona

Al Barcelona le salió un Levante respondón, aseada versión del conjunto de Caparrós en una tarde incómoda para el líder. El Ciudad de Valencia, escenario fetiche para el Barça, resultó esta vez mucho más complicado que en las citas anteriores e incluso tuvo que reaccionar después del arranque efervescente local, efecto gaseosa que se desbravó por una cuestión de lógica y fondo físico. Los azulgrana sufrieron lo suyo incluso para empatar con un enemigo reconocible a partir del inconfundible sello de su entrenador.

Fue una velada áspera, pocos minutos para el espectáculo y el disfrute colectivo. Hay días en los que vale más el oficio que el talento y al Barça también le sobra de eso, obligado desde el minuto diez a corregirse y revertir la situación. Entre Cesc y Piqué defendieron fatal un saque de esquina y Vyntra evidenció que ahí está gran condena de este Barcelona, al que le tiemblan las piernas cada vez que el rival tiene un córner a favor. Pero se repuso de inmediato y Piqué se resarció al marcar también de la misma manera, acierto para compensar un fallo de bulto.

Quedó un primer tiempo intenso, con un Levante estupendamente ordenado y un Barcelona más espeso de lo normal. Se estiró demasiado, con las líneas separadas, y, aunque tampoco apareció Valdés, le complicó el Levante con su presión. El Barça se sentía preso y Messi muy encasillado, molesto con la falta de espacios, incapaz de despegarse de sus marcadores. Su actuación resume la del resto del grupo en 45 minutos de claroscuros.

Inevitablemente, el Levante dio un paso atrás en la reanudación y el Barça generó mucho más peligro en el primer cuarto de hora que en todo el primer acto. A falta de una circulación fluida de la pelota, Cesc la movió desde la distancia con gracia y el equipo de Martino fue embotellando al local, previsible el transcurso de la pelea. Y pudo cantar gol en una sucesión de oportunidades clarísimas , con Messi y Xavi maldiciendo las intervenciones milagrosas de Navas y Juanfran.

Pero al Levante le corresponde un aplauso mayúsculo porque jamás le dio la espalda al partido, valiente para salir a la contra y contar ocasiones. Se aproximó tres veces a la zona de Valdés y en una de ellas voló el portero para despejar un disparo de Ivanschitz.

El dominio del Barcelona era improductivo y Martino no encontró respuestas en el armario , obcecado en no modificar ni el estilo ni el esquema cuando el duelo exigía algo diferente. De hecho, sentó a Cesc y a Pedro, que fueron casualmente los que dieron algo más, y el canterano Dongou fue el último en entrar. Cambios muy raros que no alteraron nada.