El Atlético gana por fe

A Diego Costa le sobrevino una impresión silenciosa, desagradable y molesta que actuó contra su ánimo. Schuster, uno de los mejores y más audaces centrocampistas de las últimas décadas, aguzó el olfato y guardó con cuidado a su equipo. Propuso una pasarela de tres centrales para sujetar la exuberancia de Diego Costa. Tres tochos tipo armario ropero que escalonaron sus funciones como si fueran aizcolaris cortando troncos en una armoniosa sinfonía. Entre Sergio Sánchez, Angeleri y Weligton sofocaron el fuego del brasileño. Y el Atlético se sintió por una vez desprotegido sin el impulso de su jugador franquicia.

Sufrió el Atlético en La Rosaleda, sin correrías de Costa, sin balones para Villa, en medio de una atasco fenomenal en el centro del campo como un enjambre de coches en la M-30 en día lluvioso a las ocho de la mañana. El Málaga admitió su inferioridad con esa pose defensiva, pero sacó dividendos en la primera mitad. El Atlético no tuvo una ocasión potable, salvo en los jaleos de los saques de esquina y en una arrebato de Juanfran por la derecha.

Tampoco Óliver desengrasó un potingue muy espeso. Fue titular y la hinchada del Atlético lo celebró en la distancia porque quiere a este jugador como parte de su identidad de club. Pero el joven extremeño solo ofreció pinceladas, extractos de lo que se le supone. Simeone, que lo vigila con más ojos que nadie, lo sustituyó en el descanso por Adrián en busca de algo diferente.

La sucesión de pases horizontales en el Atlético, la nebulosa delante de los ojos de Koke y Arda Turán, la laboriosa tarea defensiva de Tiago y algún contragolpe del Málaga concienciaron a Simeone de que necesitaba algo más. Adrián compareció para alterar el férreo mecanismo de Schuster. También Cebolla Rodríguez, quien siempre parece una piedra en posición de lanzamiento en una catapulta.

Juanfran vio la tarjeta amarilla y no jugará contra el BarcelonaSimeone esparció un mensaje único con los cambios: ganar el partido. Cebolla activó el trote de un equipo al que le gusta jugar en los límites. Adrián se filtró por detrás de los delanteros en persecución de la carencia más notable en el Atlético, el último pase, la asistencia que nacía en las botas de Diego Ribas. Fue obstinado y duradero el Atlético en su empeño. Atrapó el partido por la solapa, aun a costa de perder a Juanfran, amonestado y baja contra el Barcelona. Y se manejó solvente en defensa ante un Málaga que creció con los minutos y amenazó a Courtois desde todas los ángulos: el balón parado, los tiros lejanos, la combinación y la penetración por las bandas. Lo hizo el equipo de Schuster sin finura, con trazo grueso, pero igualmente decidido a no dejarse doblegar.

En una de sus arrancadas, Cebolla encontró a Diego Costa en el pico del área, éste descubrió la insipiración ante sus tres celadores, recorte soberbio y pase al hueco a Adrián. Su tiro chocó contra Caballero y el rechace lo recogió Koke para depositarlo, firme y recto a la red.

Fue un monumento a la fe, a la conciencia de grupo y a la confianza de un equipo que transpira seguridad y fuerza. También inteligencia táctica y reflejos. Apenas unos minutos después del gol, Simeone atisbó el problema. El Málaga se abalanzó sobre la portería de Courtois y la zaga rojiblanca tuvo que bracear más de lo debido. Entró Alderweireld por David Villa y el Atlético terminó con tres centrales en el campo. Como el Málaga, pero con los tres puntos en el morral para recibir al Barcelona.