selección española
España empequeñece el lugar de su leyenda
Flojo partido de la selección , que acaba su gira africana con una derrota y un balance muy pobre de fútbol e imagen (1-0)
hughes
Vuelve el tanguero, vuelve el criminal, vuelven los amantes y volvió España , loca por hacerlo, la verdad, para justificar el enésimo amistoso. Villar ha inventado el amistoso temático. El partido fue un sopor, pero cómo no serlo cuando se juega por nostalgia. [Narración y estadísticas]
... Tenía razón Íker cuando afirmaba que el gol de Iniesta se ha repetido tantas veces que sobre el recuerdo personal ha llegado a superponerse el audiovisual. De ese gol, como del gol de Zidane, ya recordamos la repetición. [Fotogalería: las mejores imágenes del Sudáfrica-España]
Esto de Sudáfrica en realidad también ha sido muy proustiano. Es un ejercicio federativo (de Villar) sobre la memoria. Digamos que somos como Malcolm McDowell en La Naranja Mecánica y que atados a una silla nos vemos sometidos a una repetición continua de la operación consistente en coger una magdalena, mojarla en el desvaído café con leche y dárnosla a probar una y otra vez.
Aquí en España, el efecto de la magdalena se neutraliza un poco porque se moja siempre en el mismo café con leche, inevitable y estructural. Por eso, por culpa del café de leche, aquí se moja y se moja pero no sale un Proust. Además de que lo que se moja es un churro, que cómo va a ser lo mismo.
No obstante, este gol está sometido a tal abuso onomástico que a veces trae recuerdos tristes a los aficionados. Cuando nos preguntan qué hacíamos entonces en ocasiones no podemos decir nada bueno. Yo, por ejemplo, estaba solo en mi piso sin nadie a quien abrazarme y celebré el gol como Mister Bean. Otros estaban acompañados por gente que ya no está. De forma que el gol de Iniesta ha acabado siendo como la Navidad. Algo objetivamente bueno que sin embargo puede entristecernos profundamente.
Además, es un gol eternizado como si fuera de Oliver y Benji. Llegamos a imaginarnos un monólogo interior de Iniesta con la pelota. Eso sí, la diferencia entre un gol normal y el gol mundialista es que en el primero te abrazas a un señor para celebrarlo, mientras que en el segundo te abrazas un señor y además, loco de contento, le besas la calva. Por eso la copa tiene esa forma de cráneo perfecto y brillante como la cocorota de un ministro.
En los prolegómenos, nos decepcionó el inglés de Alonso cuando se dirigió al escaso público. Ni rastro de acento scouser en su «thank you». Ramos, con una tirita mínima en el entrecejo, parecía Krishna cuando miraba al cielo.
Antes de empezar, todos miraron bien a los rivales, no fuera que entre ellos hubiera otro Fidjeu de coz extemporánea .
España salió con Alonso, Busquets e Iniesta centrado por delante de ellos. Con este centro del campo es imposible que no sea competitiva. Generan un equipo en torno a sí como si fueran células reproductivas. En el ataque, Llorente demostró que fija tanto la defensa ajena como el ataque propio. Hace de palo de una jaima y tiene una cosa personalísima cuando remata sin saltar, de la misma manera en que Tachenko machacaba sin saltar.
Paradójicamente, el 0-0 es un resultado con el que España parece encontrase tan a gusto como la vieja Italia, por todo lo que de especulativo tiene su manera de rumiar al rival.
El portero de ellos era tan malo que parecía llevar guantes de motorista. Al salir de puños casi llega a meterse gol. Sin embargo, Jali y Ranlie gustaron por su velocidad y la alegría amarilla de sus regates. Hay muchos matices en la negritud futbolística, que diría Anson, y estos jugadores sudafricanos eran muy distintos a los guineanos . Hay, pese a todo, algo adolescente en su fútbol. Siempre asoma un detalle que derrumba su imagen de madurez. Defienden, contragolpean y parecen seriamente competitivos, pero de pronto, como si fuera un gallo o un desplante, le pegan mordida a la pelota, rematan con el cogote y la pelota sale por peteneras.
En la segunda parte, los cambios españoles añadieron desorden a la falta de tensión y acabó por llegar el gol sudafricano.
Como cumpliendo una ley muscular del fútbol, en medio de la falta de tensión más absoluta Victor Valdés se lesionó solo . Del Bosque, que había agotado los cambios, torcía el morro como Belén Esteban porque sabía que lo que le tocaba era sacar a Arbeloa a hacer la de Molina con Clemente. Fuera por dejación del delegado fifo o fuera por puro desahogo patrio, al final acabó saliendo Reina. Esto contrarió notablemente al seleccionador sudafricano, que no se había enterado todavía de que estaba en un amistoso de Villar.
Al final, la gira ha sido un safari fotográfico, un exceso autocomplaciente y una nulidad deportiva. Como en ese Milán imbatible de Berlusconi, la orden para los amistosos de este equipo histórico debería ser sólo una: no perder jamás.
Menos mal que no hay un tercer amistoso africano. Ya sólo podríamos justificarlo diciendo que Villar busca las minas del Rey Salomón.
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