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Hora cero para España en la «misión Brasil»
Si España «entiende» Brasil en la Copa Confederaciones, sus posibilidades para el Mundial dentro de un año crecerán
sebastián fest
Domingo a la medianoche, verano en España y la selección de fútbol juega un partido en Recife. Podría parecer un choque más, apenas 90 minutos y el resultado, pero en su duelo con Uruguay en el final de la tarde brasileña el equipo de ... Vicente del Bosque se está jugando algo muy importante: comenzar a entender Brasil .
Porque si España «entiende» Brasil en la Copa Confederaciones , sus posibilidades dentro de un año crecerán. Si no lo «entiende», sufrirá. Nunca en la historia un equipo europeo se consagró campeón en un Mundial disputado en América, y en Brasil 2014 se exacerbarán las condiciones que hacen especial y difícil al continente para las potencias del «viejo mundo».
Será un Mundial a jugarse simultáneamente en invierno y verano . En sedes como Porto Alegre el frío húmedo se mete en los huesos, pero en Recife o Fortaleza la estación de lluvias en el invierno (austral) da forma a un verano de diluvios. Y está Manaos, una sede en pleno Amazonas. Un equipo que llegue a las fases decisivas del Mundial puede, así, encontrarse con que en menos de un mes experimentó climas extremos , del invierno al verano -o viceversa-, quizás más de una vez.
España ya se encontró en Recife con que no sólo el clima -nada irremontable para atletas de élite- puede ser complicado: los campos de entrenamiento están lejos y no necesariamente en las mejores condiciones. Queda también por ver hasta qué punto el mítico césped «alto» de los estadios brasileños será controlado por la FIFA.
Habrá más. Tribunas ensordecedoras , ambiente de fiesta como difícilmente se dé en Europa , un equipo anfitrión que tiene que ganar o ganar, la Argentina de Lionel Messi que también «debe» hacerlo o rivales con oficio e historia en Brasil, futbolistas sin complejos, hombres que se sentirán en casa. Como Uruguay, el bicampeón mundial y rival de España en la Arena de Pernambuco.
«Tenemos una forma de sentir y de jugar muy diferente», explicó el defensa uruguayo Diego Lugano cuando se le preguntó por el fútbol de España y del Barcelona.
«Desde que un niño comienza a pegarle a la pelota los padres exigen, antes de aprender a dar dos pases, que salgan a trancar (trabar), que tengan amor propio, que ganen las pelotas divididas. Se nace con esa sangre que de grande se quiere cambiar pero que está en los genes».
Esos «genes» se trasladan a cada cita mundialista en América, por eso nada mejor para España que completar el trabajo que no hizo cuatro años atrás en Sudáfrica al caer 2-0 en semifinales con Estados Unidos. Si llegan a la final del 30 de junio en el Maracaná, los hombres de Del Bosque podrán tener un anticipo de lo que les espera un año después.
Aunque esté claro que ganar la Copa Confederaciones no es condición necesaria para llevarse un Mundial, tal como demostró en 2010 España.
Santi Cazorla cree que en Brasil «no hay nada diferente a otros sitios» y que jugar «en otro continente» no tiene por qué influir en las posibilidades de conquistar el título. La historia dice otra cosa, pero el fútbol es la dinámica de lo impensado. Cuando la pelota comience a correr mañana, España dará inicio a 13 meses en los que pretende escribir la misma historia de los últimos años, encadenar un ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Pero Brasil es Brasil, y por eso el desafío es doblemente apasionante.
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