El Mallorca aún respira

El Atlético ha descubierto en estos tiempos de Simeone que también tiene derecho a ser feliz y se contentó con una tarde insulsa de fútbol, ajeno al problemón de un Mallorca al borde del abismo . El resultado sólo importaba a los visitantes, que se consuelan con llegar con mínimas opciones a la jornada final. Es colista, recibe al Valladolid el domingo, y está a dos puntos de la salvación. Hay vida.

En el adiós a un curso notable, Simeone quiso premiar a los que le han llevado hasta aquí . La cita se prestaba a un equipo de circunstancias, oportunidad para jóvenes emergentes que ilusionan, momento ideal para satisfacer a los que han visto los toros casi siempre desde la barrera.

Pero el argentino entendió que la afición merecía un premio y también los jugadores que alzaron la Copa, por lo que el equipo fue el más competitivo que podía presentar, el mismo que puso Chamartín patas arriba. Obviamente, el objetivo no era tan jugoso y el Atlético, que se ha pasado estos días exhibiendo trofeo en Singapur, resultó mucho más plano, inofensivo por momentos. No tenía nada por lo que luchar.

El Mallorca sí, tanto que llegó a asfixiarse en su propia ansiedad, obligado a una carrera angustiosa desde no se sabe cuándo. Es cierto que controló la situación, pero apenas generó peligro durante el primer acto, penalizado por la lesión de Hemed a la media hora . Sin su hombre del gol, quedaba pendiente de otro milagro para mantenerse en Primera.

Hubo una pizca más de intensidad en la reanudación y el Mallorca aceptó que la permanencia pasaba por marcar, sencillísimo el razonamiento. Dio un paso al frente y dispuso de la mejor oportunidad en un lanzamiento de Giovani , una falta fantástica del mexicano que rescató los reflejos de Courtois. Luego, Víctor se encontró con un balón muerto en el área y su cabezazo se quedó sin fuerza. El Mallorca quería más, necesitaba más.

Pero también el Atlético, alegre y activo con la entrada del ilusionante Óliver . Diego Costa agitaba a la defensa balear, Falcao perdonaba un mano a mano y Mario apuntaba mal con la cabeza en unos minutos de pasión colchonera. Sufría el Mallorca, pero agradecía seguir latiendo, vivo hasta el último suspiro y dueño de una ocasión muy clara cuando agonizaba la fiesta. Faltaron los goles en el que, presumiblemente, era el último trabajo de Falcao como rojiblanco.