copa del rey
Final Copa del Rey: El Atlético de Simeone se corona en el Bernabéu
Los rojiblancos, con mucho más corazón, remontaron un resultado adverso con un gran despliegue físico
josé manuel cuéllar
El fútbol es para valientes, para los que meten un gol y siguen, sin tonterías de guardar lo conseguido como si fuera oro. El Madrid marcó un gol y se retiró a los cuarteles de invierno. Le dejó la iniciativa, el campo y el balón ... al Atlético, hasta que marcó el equipo de Simeone, también porque en ese momento fue valiente. Quizás empujado por el sonrojo, el Madrid volvió a dar un paso adelante, y Ozil tiró al palo, más cerca de desequilibrar, de conseguir la gloria con el pecho descubierto que con la coraza puesta. Asunto de valientes al fin y al cabo.
No es buena cosa que los grandes adquieran la costumbre de los equipos pequeños. Un grande ha de salir al campo y decir aquí estoy yo, como hizo el Madrid en los primeros compases del choque: Ozil se escoró al centro, se juntó con Modric y Alonso y todo fue blanco. Marcó CR en un córner, pero eso fue lo de menos, lo de más fue la sensación que dio: poderío, grandeza, ese aquí estoy yo, soy el Madrid y te voy a ganar.
El Atlético, es sabido, tuvo sus fantasmas habituales en esos primeros minutos, esos fantasmas que le derrite las piernas en cuanto ve la camiseta blanca enfrente. Se olvidó de todo lo que fuera jugar. Se preocupó principalmente de perseguir gente, no de imponer su fútbol, aunque es cierto que le faltan los elementos talentosos que tiene el Madrid. Pero como ha venido siendo hábito, mal hábito en el Real de los últimos tiempos, fue marcar el gol y todos dieron dos pasos atrás, con esa malsana intención que le han inculcado de «nos cerramos y a salir a la contra». El error de Múnich, de Barcelona, de Dortmund...
Fue verlo el Atlético y en ese mismo momento, justo en ese instante, fue como si le quitaran la venda de los ojos, como si se alejara la pesadilla de catorce años. Vio espacio por delante, la posibilidad de encontrar a Falcao, a Diego Costa, la constancia de que podía encontrarse a sí mismo. Y fue tanto por el repliegue blanco como por la conciencia adquirida del Cholo: hay que pelear, luchar, nada es imposible.
Así empató el Atlético, sin desmoronarse como había hecho en tantos y tantos encuentros frente a los blancos. Si Cristiano había mandado en el primer trecho del encuentro, omnipresente, poderoso, atacando, defendiendo, goleando, Falcao se hizo con el partido luego. Una gran jugada suya, quitándose de encima a Albiol y a un desafortunado Khedira, dio opción a un desmarque de Diego Costa y su posterior tiro abajo que hizo pupa al Real.
Mucha madera
Y vuelta a empezar, vuelta a encontrar a Modric, capitán general. Cuando se asociaron el croata y Ozil, el Atlético volvió al nacimiento del choque, con problemas en cada jugada. Le salvó el palo pero, visto lo visto, la valentía repartida por minutos, lo que marcaba el luminoso era más que justo aun con el palo del genial alemán.
El desenlace del partido se jugaría en dos aspectos: el físico y los palos. El Madrid metió tres más una ocasión de Ozil a lo Cardeñosa, de esas que es más difícil fallarla que meterla. Dominó más el Madrid, muy decidido, haciendo valer su mayor talento y asociándose mucho en el medio campo.
Pero el Atlético aguantaba, entero físicamente, sin derrumbarse, muy enérgico y apoyado en una gran organización donde todos eran solidarios para aguantar el mayor juego del rival, que amenazaba cada vez más.
De pronto, el Madrid se paró, fundidos todos, sin pulmones. A partir de ahí el encuentro se cambió en su balanza. El Atlético, más compacto y solidario, empezó a imponer su físico y cuando llegó la prórroga el choque estaba en el lado rojiblanco mientras el Madrid se partía hasta que Miranda marcó el gol del triunfo.
Final Copa del Rey: El Atlético de Simeone se corona en el Bernabéu
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete