El sueño de Carlos Sainz dura una curva

Ocho años de dedicación y laboriosa entrega a una profesión para soñar con días como el sábado. El madrileño consiguió la tercera pole de su vida, tres tardes en sus 28 años de existencia para compensar viajes, esfuerzos y privaciones propias de los deportistas de élite.

Sainz le birló la primera posición al favorito Max Verstappen y a su compañero Charles Leclerc, magnífica prestación para una temporada que no es redonda. Con la ilusión por bandera, el español se aprestó a dar forma a otra aventura: lograr su segunda victoria en la Fórmula 1.

Hay 363 metros entre la línea de salida y la primera curva de la pista estadounidense. Un suspiro de apenas ocho segundos que trunca todas las esperanzas del madrileño. Sale mal Sainz, Verstappen se lo come en una puesta en escena vigorosa, y al llegar a la cima del puerto en Austin, giro a la izquierda, Russell embiste al madrileño. Un enjambre en la primera curva del que sale desarmado el español. El Ferrari se cruza en mitad de la calzada y todos los coches rebasan al propietario de la pole.

«Vamos, ¿pero qué pasa aquí? –pregunta Sainz por radio–. Y encima tengo un pinchazo».

Todo lo que podía salir mal, le sale a Carlos Sainz en unos 336 metros para olvidar ahora y para desmenuzar a los nietos como un chascarrillo de abuelo cebolleta, bien condimentado con gracia en el relato. Ni Russell tiene la culpa, una primera curva en la salida es un caos, ni Sainz tiene nada que reprocharse. Las carreras son esto. El Ferrari número 55 llega al garaje y no hay remedio: el coche está dañado y tiene que retirarse.

«Salí regular y Max salió muy bien, al llegar a la primera curva llegó Russell como un loco y me dio –explicó Sainz sobre el incidente–. Ante eso hay poco que hacer. Es un resumen del año, las cosas no nos están saliendo bien los domingos».

La carrera sigue con Verstappen al mando y Hamilton en su persecución, pero pierde interés para el público español. Queda Fernando Alonso, capaz de todo siempre.

El asturiano navega por la mitad de la tabla, la posición natural del Alpine, el equipo al que Alonso ya se refiere como 'ellos'. En la vuelta 22 trata de adelantar a Stroll, su futuro compañero en Aston Martin. El canadiense se mueve ligeramente, Alonso se echa encima y sale en dos ruedas, las delanteras volando y el coche a punto de dar la vuelta. Accidente que evoca los peores pensamientos porque inicia el vuelo y por fortuna cae a plomo sobre cuatro ruedas. La remontada de Alonso resulta espectacular, pues salió el decimocuarto y acabo el séptimo. Sin el retrovisor derecho, que perdió al adelantar a Mick Schumacher, y con el impulso de alguien que nunca baja los brazos.

«Estoy contento de estar aquí y no en el centro médico –dijo Alonso–. No nos entendimos con Stroll y en el aire sentí miedo. Cuando aterricé pensé que se habría roto el coche y que me tendría que retirar, pero me cambiaron los neumáticos y seguimos. Iba pensando en las últimas vueltas en el accidente, así que acabar el séptimo me parece increíble».

Pese a una parada horrible de once segundos, la victoria fue para Verstappen, quien hace gala de la insolencia una vez más. «Beautiful (Bonito)», le sacude a su equipo por un pésimo pit stop de 11 segundos. El holandés remonta posiciones ante Leclerc y Hamilton en un duelo que recuerda al último Mundial en Abu Dabi.