El coche volador de Fernando Alonso: dinero saudí, fábrica nueva y un ex de Red Bull

«En la Fórmula 1 no hay milagros», pronosticaba sin rodeos Alonso antes de comparecer en Baréin. Un milagro fue la irrupción del coche Brawn en 2009, el último monoplaza de la parrilla convertido en favorito con dos segundos por vuelta de ventaja y a la postre campeón con su sistema de dobles difusores que el resto de equipos tardó en copiar y perfeccionar.

Sin llegar a ese extremo, porque Red Bull avasalló en el circuito de Sakhir (38 segundos de Verstappen a Alonso, el mejor del resto), Aston Martin ha protagonizado un episodio al menos similar.

«Todos sabíamos en la pretemporada que sus números en el túnel del viento y en el simulador eran muy buenos», comentó Carlos Sainz a propósito del rendimiento del Aston Martin, rápido a una vuelta para la clasificación de los sábados y muy consistente en el largo aliento de la carrera del domingo.

Lawrence Stroll, el propietario, ha decidido imponer su liderazgo y su fortuna (estimada en 2.900 millones de euros) en edificar una escudería campeona. El equipo que hace tres décadas fue Jordan, y luego Midland, Spyker, Force India y Racing Point es ahora Aston Martin con nuevos puntos fuertes en su estructura.

Una inversión potente procedente de Stroll y del patrocinador principal (Aramco, la compañía saudí que es la primera petrolera del mundo), una nueva fábrica que se está levantando junto al circuito de Silverstone en Inglaterra, y los fichajes estelares de Alonso y un nutrido equipo de ingenieros de diseño encabezados por Dan Fallows, la mano derecha de Adrian Newey, el ingeniero aeronáutico que ha construido los coches Red Bull desde hace casi dos décadas.

El primer componente es insustituible, su majestad el dólar, la moneda oficial de la F1. Stroll ha triplicado el personal que trabaja en Aston Martin y ha invertido muchos ceros en el proyecto.

El pasado verano el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí (PIF), que es el propietario de Aramco, realizó una aportación a Aston Martin que Lawrence Stroll consideró «cambiará las reglas del juego». PIF también es propietario del Newcastle en la Premier británica y del controvertido LIV que ha dividido al golf.

Según informó Motorsport en verano, con la aportación de otros inversores socios del equipo (Mercedes Benz) y de Aramco, Aston Martin recibió una inyección de 770 millones de euros.

Con ese dinero Stroll contrató a Alonso en lo que parecía una apuesta desesperada de ambos por mantenerse activos y protagonistas en la Fórmula 1. Y también fichó a numerosos ingenieros procedentes de otros equipos. Dos en especial, Dan Fallows (ex de Red Bull) y Eric Blandin (ex Mercedes).

La adquisición de Fallows ha generado un torrente de insinuaciones después del éxito de Fernando Alonso y Aston Martin en Baréin. Cunden las alusiones de plagio en una difusión coral de la organización Red Bull, influyente apellido en la F1. «Hoy hemos tenido a tres Red Bull en podio, solo que el último con un motor diferente», sacudió Helmut Marko, el expiloto austriaco e ideólogo de la estructura de Red Bull.

«Ha sido halagador ver el parecido de ese coche (Aston Martin) con el nuestro, así que es interesante ver a tres en el podio», indicó Chris Horner, director de la escudería energética. «Es bueno ver a tres Red Bull en el podio», remató el mexicano 'Checo' Pérez, segundo en la carrera.

La última pieza del puzzle es la fábrica que se construye cerca de Silverstone, en lo que antes parecía un gran almacén del equipo Force India. «Será la mejor fábrica de la F1», dice el director de Aston Martin Mike Krack.

Son 37.000 m2 en tres edificios que aún no se han estrenado y que verán la luz en mayo de 2023 en la primera fase. Mientras espera la nueva sede de la escudería, muchos de sus empleados trabajan en instalaciones temporales junto al edificio principal y los encargados del túnel del viento lo hacen en la factoría de Mercedes F1 en la cercana localidad de Brackley.