FÓRMULA 1
Red Bull se desploma
El equipo reedita el 2007 de McLaren con el trato de favor a Vettel sobre Webber
JOSÉ CARLOS CARABIAS
Funciona entre los mentideros de la Fórmula 1 el sobreentendido que relaciona al Red Bull 2010 con el McLaren 2007. Una asociación de ideas que, con sus matices correspondientes, se aproxima a la realidad. Duelo fraticida entre los muros de la casa. Entonces fue a ... escala planetaria, con una bronca sin precedentes entre Alonso y Hamilton, y la mediación interesada de Ron Dennis en favor del inglés, y ahora sucede lo mismo. El equipo energético le guiña el ojo a Sebastian Vettel y ningunea a Mark Webber, el hasta ayer líder del Mundial.
Con ese coche que ha abrumado en la lucha por las «poles», Red Bull debería haber ganado el Mundial hace varias carreras. Ha conseguido catorce de diecisiete posibles. La estadística patina siempre el domingo. El mejor bólido de la parrilla tan sólo ha cristalizado su gobierno en siete victorias, repartidas entre Webber (4) y Vettel (3). Alonso, que ha encontrado la paz espiritual en Ferrari, ya lleva cinco en su hoja de ruta.
«Poles» y no victorias
Antes del verano, el Ferrari estaba a más de un segundo por vuelta de los Red Bull. Un mundo en la F-1. Pero, a bordo de su hegemonía, han surgido los caprichos y los bandos en el equipo energético, que está a punto de claudicar definitivamente en las dos citas de cierre (Brasil y Abu Dhabi). Los jefes quieren que gane Vettel y dan de lado a Webber. Todo un mundo de mentiras y traiciones, como la vida misma.
El asunto se vio claro ayer en el descampado de Corea. Helmut Marko, el patriarca de Red Bull y alma mater de la cantera de este gigante del automovilismo, perdió el aliento para consolar a Vettel a pie de pista. Según llegó a la calle de los garajes, el piloto alemán se encontró con la palmada amiga y el ánimo del jefe, mientras esparcía explicaciones con una cara de perros. Webber, como siempre, tuvo que lamerse las heridas solo.
Es muy evidente, como lo fue en 2007 en el McLaren en el trato de favor a Hamilton, que Red Bull quiere coronar a Vettel y no a Webber. Para el germano son los alerones pata negra, una jefa de Prensa en exclusiva y el cariño de los patrones. Para el australiano, la actitud sibilina, la desconfianza y el trato a la baja. Webber ha renovado por un año. Vettel negocia su ampliación para cuatro o cinco temporadas. El problema de Red Bull, como el de McLaren en 2007, es que el bueno sea el otro. Y Mark Webber se encaramó al liderato en base a su regularidad y a su talante para aguantar lo que le echen.
Webber y Vettel no se han enzarzado en una pelea casi física como el duelo Alonso-Hamilton de hace tres años. Pero su relación se partió en dos por culpa de las ambiciones intrínsecas a la F-1 y por la actitud de los jefes. Vettel se sintió autorizado en Turquía a adelantar a Webber, que dominaba la carrera, y ambos se quedaron sin nada después del accidente provocado por el niño bonito. Nadie reprendió a Vettel. Hubo paños calientes y alguna palabra de desaprobación para el australiano, que alucinaba con lo que oía.
Webber elevó su orgullo por encima del equipo al siguiente fin de semana en el emblemático Mónaco. Consiguió la «pole» y el triunfo, y dejó el recado en el ambiente: «No está mal para ser el segundo piloto».
Los dos hombres de Red Bull se retiraron ayer en el descampado de Corea. Webber cometió un error de conducción y el motor del coche de Vettel se rompió. El mejor monoplaza de 2010 falleció cuando más se le debía exigir.
Habló Webber y soltó el discurso políticamente correcto. Admitió su error —«ha sido fallo mío, de nadie más»— y no arrojó la toalla para siempre. Aún no está perdido el título, todo puede cambiar de un fin de semana a otro, y bla, bla, bla. Vettel tenía más pesar en el cuerpo: «Le hemos hecho un gran regalo a Fernando hoy y tenemos que regresar en las mejores condiciones para las dos próximas carreras». Alonso, de momento, ha cogido el rebote.
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