Verstappen da un golpe de autoridad

Tiene fama el circuito de Paul Ricard de ser un trazado aburrido, sin grandes alicientes y con tendencia a conservar las posiciones de la salida. No fue el caso de este domingo, ya que las condiciones de la pista convirtió el juego de la degradación de los neumáticos en un sinvivir para los ingenieros encargados de las estrategias. Como tantas tardes, la Fórmula 1 se decidió más en los garajes que en las maniobras de los pilotos en los coches.

Cometió un error Verstappen en la salida, al pasarse de frenada en la primera curva y lo pagó durante muchas vueltas porque los Mercedes parecieron revivir en una temporada en la que sufren los sábados. Hamilton tomó la cabeza y ya se sabe que el inglés es un metrónomo al que no se le conocen fallos .

Tuvo que corregir Red Bull el tropiezo de Verstappen en la táctica. Paró antes en el box y con neumáticos nuevos durante un par de vueltas, le comió la tostada a Hamilton, quien al salir del garaje se encontró con un Red Bull delante.

Por detrás los neumáticos también decidían el porvenir del pelotón. Ferrari sobrevivía con los amarillos (medios) . Carlos Sainz resistía en una magnífica quinta posición y Charles Leclerc oficiaba de escudero, peor en este gran premio que el español. Alonso sufría sin ritmo con las amarillas, superado por los McLaren voladores y el sorprendente AlphaTauri de Gasly.

Cuando cambiaron ruedas todos los competidores, el asunto adquirió otro color. Cobró vida para Alonso. El Alpine parece evidente que funciona mejor con los neumáticos plata (los duros) , tal como se ha visto en otras carreras. Y Alonso hizo correr al coche francés. Superó a los Ferrari, dejó a atrás al Aston Martin de Vettel, y peleó en la distancia con los McLaren que pusieron tierra de por medio. Un octavo puesto final, estupenda renta para el asturiana, que va cogiendo la onda al Alpine.

En el polo opuesto, Carlos Sainz y el Ferrari se hundieron en el tono plateado de neumáticos. Un padecimiento para el español, pero sobre todo para Leclerc, cuyo rendimiento fue penoso. Undécimo acaba el español, decimosexto el monegasco.

Red Bull arriesga, como es su costumbre. Obliga a Verstappen a cambiar ruedas una segunda vez, de nuevo los amarillos para atosigar a Hamilton en las últimas vueltas. Mercedes no reacciona y decide mantener a su piloto estrella en pista, a costa de la degradación de las ruedas.

A dos segundos de rédito por vuelta, Verstappen se acerca a la cabeza. Es un tiburón que huele sangre y no desenfoca a la presa. Cuando llega hasta Bottas, se demuestra la inconsistencia de este piloto, al que le han regalado durante años un caramelo como el coche Mercedes . Falla Bottas en una frenada y Verstappen se lo merienda.

A dos giros del final, el holandés llega a la estela de Hamilton. Otro nivel. Pero el británico que ha ganado siete títulos sabe que está perdido, Verstappen lleva más ritmo y ruedas más frescas . En la recta de atrás y con DRS, el líder de Red Bull consuma la obra y rebasa a Hamilton. Se lleva la victoria en Francia, consolida su liderato en el Mundial y llena de argumentos a todo el que le ve campeón de Fórmula 1.