Duplantis, con oro pero sin intento de récord por la presión de 'Manolito' Karalis

No se intuye el final de su reinado, salvo que aparezca otro genio. Y en Nankín, por fin, alguien se atreve a toserle en la cara. Es el griego Emmanouil Karalis. 'Manolo' o 'Manolito' para los del gremio. Bronce en los Juegos de París, campeón de Europa en Apeldoorn y ahora subcampeón mundial. El único, junto a Duplantis, que se eleva por encima de los seis metros en China (6,05, nueva marca personal). Su descaro obliga a Duplantis a volar hasta los 6,15 para asegurar el oro. Un duelo de los que no se veían hace tiempo.

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Javier Asprón

Ruge el Cubo de Nankín con Duplantis, estrella indiscutible de este Mundial algo descafeinado. El sueco responde lanzando besos mientras se acomoda en la zona de descanso, medio tumbado, con un masajeador en la espalda baja. Todavía lleva puesto el chándal amarillo y azul de Suecia. Sabe que la final será larga.

Hasta parece que le molesta tener que quitárselo. Pero lo hace, y supera a la primera 5,70 y 5,90. Fácil, pero solo en apariencia. Para entonces, solo quedan cinco en liza. Cuando salta los 6,00 sin fallo, solo resisten Karalis y el estadounidense Sam Kendricks. Duplantis resopla, se golpea el pecho, reverencia a la grada. El ritual habitual.

Normalmente, ahí acabaría la historia. Pero Karalis, impecable hasta ese momento, decide no saltar los 6,00. Prefiere asegurar la plata ante Kendricks, que ya ha fallado dos veces en 5,95. El griego, que venía de volar 6,02 en el Mondo Classic, sorprende al pasar 6,05 a la primera. Duplantis, sentado, aplaude.

El griego aprieta tanto que Duplantis falla su primer intento en 6,10. ¿Duda? Parece. Pero no. A la segunda lo clava. Eso sí, el oro aún no es suyo. Karalis, tras dos nulos, pide subir el listón cinco centímetros más para su último intento. Si lo consigue, obliga al sueco a superarlo también. Pero no lo logra. Duplantis sí. Campeón.

Todos los focos apuntan a él. Pero sorprende al ponerse el chándal y dar por terminado su concurso sin intentar un nuevo récord del mundo. Karalis lo ha obligado a saltar siete veces. Está cansado. No hay más. Y sí, flota cierto aroma a decepción.

En uno de los largos descansos del sueco, entra en escena el otro gigante de Nanjing. Jakob Ingebrigtsen logra su primer oro mundial bajo techo al vencer, por muy poco, al etíope Berihu Aregawi en la final de los 3.000 metros. El noruego espera a la recta final para superar al combativo africano, invitado de última hora, más habituado a distancias largas (plata en los 10.000 de París y ganador de la última San Silvestre madrileña).

Ingebrigtsen se impone con un potente final, ganando en 7:46.09 tras una carrera áspera, de ritmo irregular y muchos cambios de líder. Obligado a estar atento desde el inicio, guarda fuerzas pensando en la final del 1.500 de este domingo y un posible doblete. Aregawi no está solo: Wale y Mehary, también etíopes, le acompañan en el asalto al trono, pero acaban desfondados.

Con este triunfo, Ingebrigtsen suma su tercer título mundial, el primero en pista cubierta. Un palmarés monstruoso para un chico de apenas 24 años.