El relato del miedo en la meta de Bilbao: «O conteníamos las vallas o nos comían»

Desde primera hora de la mañana del miércoles el ambiente tenso se palpaba en la campa de asfalto que rodea al estadio de San Mamés, donde la organización de la Vuelta a España había dispuesto el control de firmas, la salida de los ciclistas para la etapa 11 y la sala de prensa en el interior del estadio del Athletic.

Hubo reuniones ante de la salida del pelotón, visitas a los equipos, charlas entre directivos y un único foco, el equipo Israel y las protestas contra su presencia en la carrera.

La noche anterior, la dirección de la Vuelta se había reunido con los patrones del equipo israelí encabezados por su dueño, Sylvan Adams, el fundador de la escuadra que llegó el domingo a la ronda y tiene previsto marcharse el sábado, según dijeron a ABC en el equipo hebreo.

Pero la reunión no aclaró nada. La Vuelta pretende que sea el equipo israelí el que tome la decisión de dejar la carrera, ya de otra forma estaría incumpliendo la reglamentación ciclista. Los 18 equipos de la primera división (UCI World Tour) tienen acceso directo a las mejores carreras del calendario y la obligación de acudir a ellas.

La situación se descontroló a partir de las 16.30, cuando el pelotón transitó por primera vez por la línea de meta antes de afrontar el segundo paso por el Vivero.

Unipublic, organizadora de la Vuelta, distribuye en cada final de etapa la misma logística. Un último kilómetro vallado a ambos lados de la carretera, una zona vip con invitados de la carrera y las marcas patrocinadoras y stands de los principales sponsors de la prueba.

Los manifestantes contra la masacre de Israel sobre Gaza se lanzaron a cortar la carrera al paso de los ciclistas. «Eso pudo ser la locura -dice uno de los empleados de la Vuelta-. O conteníamos las vallas o nos comían. Tuvimos salir todos de nuestros puestos, dejar lo que estuviéramos haciendo y empujar las vallas hacia afuera».

Los encargados de la señalización, los ejecutivos de la Vuelta, los comerciales de los stands, el personal de la organización, los montadores de las metas y todo aquel invitado que arrimó el hombro se dedicaron a contener a los que protestaban.

«Hubo algún momento de violencia física cuando sacaron los palos de las banderas y trataron de abrirse camino golpeando a la gente -comenta uno de los intervinientes-. También hay que decir que hubo mucho invitado irresponsable que se dedicó a grabar la situación en vez de ayudar».

Todo esto sucedió a 150 o metros de la meta en la Gran Vía de Bilbao. Hasta que no compareció la Ertzaintza, la situación estuvo descontrolada por momentos y con el peligro para los ciclistas, los coches de los directores y trabajadores de equipos, y los empleados de Unipublic.

La caravana publicitaria, un vagón de coches, unidades móviles y pequeños vehículos que animan las localidad por las que pasa la Vuelta una hora o dos antes que el pelotón no tuvo acceso a la Gran Vía, porque los manifestantes lo impidieron en las calles adyacentes.

«Había gente llorando en las carpas de publicidad porque la situación fue por momentos muy peligrosa, de histeria total. Estaba claro que querían parar la carrera. Fue poco para lo que pudo ser», indican personas presentes en la trifulca.

El equipo Israel emitió un comunicado en la noche del miércoles, en el que expresa su intención decontinuar en carrera. «El equipo sigue comprometido a competir en la Vuelta a España. Cualquier otro curso de acción establece un precedente peligroso en el deporte del ciclismo, no solo para Israel–Premier Tech, sino para todos los equipos. Israel–Premier Tech ha expresado en repetidas ocasiones su respeto por el derecho de todos a protestar, siempre que esas protestas se mantengan pacíficas y no comprometan la seguridad del pelotón».