Pogacar gana y vuelve al amarillo sin exhibiciones

Ha acostumbrado tan mal a los aficionados que una victoria normal de Pogacar suena extraña. Es tan genial el ciclista, tan vigoroso su estilo que si no hay recital de por medio, escapada a cien kilómetros o rivales desperdigados por el suelo, la victoria no representa el sello del esloveno. En el Muro de Bretaña, donde fue segundo detrás de Van der Poel un par de ediciones atrás, se esperaba un duelo cumbre entre las dos estrellas de este Tour.

Van der Poel puede estar muerto, pero siempre apuesta por la grandeza. El Alpecin, que empieza a recoger cable después de las muestras de poderío del nieto de Poulidor y tras la caída de Philipsen, dirigió un día más el destino del pelotón porque su jefe tenía hambre. Lo mismo el UAE, Pogacar es insaciable.

Esto se tradujo en un control total de la escapada del día, en la que había un vencedor del Tour (Geraint Thomas) y un proyecto de clasicómano potente español que se ha quedado a medio camino (Iván García Cortina). Los dos empujaron la obra junto a los franceses Baudin y Costiu, pero su empeño resultó inútil. Si aceleraban, también lo hacían UAE y Alpecin. Si reducían marchas, lo mismo.

En el doble paso por el Muro de Bretaña, una caída estrepitosa rompió al grupo. Pilló a Almeida, Buitrago, Enric Mas y ocho corredores más. El Visma quiso mostrar que posee actitud, quiere creer en el éxito de Vingegaard. Apretó el paso, y esta vez anuló el ataque furibundo de Pogacar, que solo marcó el terreno. Evenepoel condujo al trío hacia meta, valiente siempre. En el esprint no había más favorito que Pogacar. Vingegaard persigue sin desmayo y tal vez en la montaña encuentre premio.