vuelta a españa
Pellizari triunfa en la tierra quemada del Morredero
El italiano vence en una jornada sin incidentes en la superficie calcinada de los incendios. Vingegaard le toma solo dos segundos a Almeida
Los ciclistas de Israel no saben qué hacer
Morredero (León)
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Iniciar sesiónLa Vuelta a España se parece a sí misma en el Bierzo. Un día sin incidentes, sin manifestaciones ni cargas policiales, sin violencia ni riesgo para los ciclistas en la lícita protesta en favor de la humanidad en Palestina. Es el viaje por la ... España calcinada, las regiones vacías del mundo rural donde el fuego devoró la vida este verano. Un italiano con trazas de mejor joven de la carrera, Giulio Pellizari, triunfa en la fabulosa subida al Morredero, el puerto leonés con el que se cebaron las llamas. Vingegaard no consigue despegar a Joao Almeida, solo dos segundos en el esprint final que elevan su ventaja a 50 segundos, en espera de la decisiva contrarreloj hoy en Valladolid si puede disputarse en paz.
El día amanece con una fina lluvia en el Barco de Valdeorras. Lluvia negra como en la célebre película de Ridley Scott porque el ambiente es lúgubre, muy triste, de semblantes que miran al suelo y pisan charcos. En la extensa avenida que cruza la población gallega los ciclistas se reúnen para juntar voluntades por una vez.
Hay un representante de cada equipo y la cita dura un par de minutos. Democracia en voz alta y a toda prisa. Los corredores resuelven que todos seguirían en la Vuelta, pero, en caso de que se produzcan incidentes que pongan en peligro su integridad, se detendrían y pararían la Vuelta. A los sucesos conocidos se añadió en la jornada del martes la tala de un árbol que taponó la carretera, el lanzamiento de chinchetas y clavos al asfalto y a la cara de algún ciclista. Actos violentos que sobrepasan los límites.
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Los ciclistas de Israel no saben qué hacer
José Carlos Carabias
«El problema del ciclismo es que no hemos estado unidos en los últimos años –comentó Vingegaard–. Lo importante es que ahora y en el futuro estemos unidos».
Un par de kilómetros más allá, también hay una manifestación que pasa inadvertida a los ojos de la caravana ciclista. Son los vecinos afectados por los pavorosos incendios del verano, que han dejado la zona calcinada. La carretera nacional que va desde Monforte de Lemos a Ponferrada es una secuencia del horror: la montaña quemada, los árboles de color pajizo, la tierra negra. Es intolerable la sinrazón de los incendios provocados, de mentes tan perversas como para arruinar la naturaleza y destrozar el planeta. Los habitantes de la zona piden que no se olvide su desgracia, que la actualidad no arrolle su drama.
El pelotón se adentra en los meandros del río Sil, en sus carreteras secundarias que serpentean por los viñedos colgados de las laderas, el cruce de caminos entre Galicia y Castilla y León devastado por los incendios. Hay fuga y no manifestaciones ni amenazas. El día puede mejorar, pese a que se anticipa otro revuelo. El fortísimo viento en la meta del Alto del Morredero podría obligar a retrasar la línea de meta cinco kilómettros antes.
Es la Vuelta de las crónicas de sucesos, un sobresalto tras otro. Hace dos semanas, la carretera que da acceso al puerto final de etapa estaba cortada al tráfico por la invasión de las llamas. Parece que sucedió hace meses, pero solo han pasado quince días. La estrechez de la carretera y el único paso abierto por el asfalto alivian la labor de control de la Policía y la Guardia Civil. Por allí no pueden subir los activistas que han mutilado las etapas.
Por allí suben los ciclistas. Una estrecha lengua de asfalto penetra en la montaña, en la vegetación hermosa y verde que concentra rampas y curvas de herradura que llegan al 15 por ciento de desnivel donde los ciclistas se retuercen como culebras. Ha caído una moto. Sobresalto. Ha sido un accidente de tráfico. Respirador.
El pelotón de los favoritos escala la montaña y la visión es terrorífica. Un macizo abrasado y una carretera que lo circunda por donde los corredores luchan y se atacan. Se mueven los Red Bull para lanzar a Hindley al podio, no aprieta el Visma porque Vingegaard es un superviviente y no el retador de Pogacar en el Tour, el integrante del equipo Israel Matthew Riccitello persigue a Pellizari en esa pugna por el maillot blanco de mejor joven.
A Vingegaard se le ve apurado, sin la explosividad del Tour o de otras carreras, no ataca a nadie, las piernas paralizadas por el cansancio. Tampoco Almeida va súper, es un diésel que necesita velocidad de crucero, un ritmo sostenido, sin parones ni arrancadas.
En uno de las treguas se marcha Pellizari a por la victoria que parecía destinada para Hindley. Vingegaard y Almeida no se agreden, no pueden más de lo que han hecho. El líder fue sensible con la superficie visitada: «Fue devastador ver la tierra quemada. Es muy triste para la región y para España. La imagen que se veía desde la bici era terrible».
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