Ciclismo
Herido y ensangrentado, un heroico Van der Poel es campeón del mundo
Ni una caída a 16 kilómetros del fin pudo detener la exhibición del todoterreno neerlandés, que llega en solitario a la meta de Glasgow para vestirse de arcoíris
Ricardo Ten, subcampeón en persecución, da a España la primera medalla del Mundial de Ciclismo
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Iniciar sesiónEs la penúltima vuelta al diabólico circuito de Glasgow, la lluvia asusta al personal en las mil tramposas curvas y los ciclistas abandonan en masa. Es un calvario; un sendero de agonía, riesgo y miedo en un día de poquísimo disfrute en el deporte ... al que entregaron su juventud. Bajarse de la bicicleta es una opción lícita, humana. 22 kilómetros le restan al Mundial y, cuando solo quedan 51 hombres en pie, el grupo de favoritos (donde andan Mathieu van der Poel, Tadej Pogacar, Mads Pedersen y Wout van Aert) engullen al escapado Alberto Bettiol, cuyo intento de devolver a Italia a sus fueros quedará en el recuerdo de esta cruda batalla. No está en tal selección Remco Evenepoel, el campeón del año pasado. Demasiados huecos tuvo que tapar; demasiadas dudas en el trazado curvilíneo.
Golpea entonces Van der Poel, un prodigio de infinita clase que es imprescindible en el obvio renacimiento de un ciclismo que parecía herido de muerte. Ataca feroz el neerlandés en pleno repecho. No duda, no mira atrás; poco le importa que le persigan los lobos más peligrosos del pelotón internacional. Cree en su calidad, en sus piernas pletóricas; vuela sobre el asfalto mojado, revienta al estelar grupo de cabeza y se marcha en solitario hacia otra gesta más en su inolvidable palmarés.
Una curva cruel
La victoria parece una consecuencia lógica a su exuberancia, pero a 16 kilómetros de meta, bajo las dudas de los claroscuros del siempre incierto tiempo escocés, una curva le envía al suelo. Van der Poel choca contra la valla, se magulla medio cuerpo y, con más prisa que lamento, regresa veloz a su oficio. La realidad, otra vez más, reviste al ciclismo de incertidumbre; una cualidad esencial de la belleza.
El neerlandés de 28 años, pese al evidente dolor que muestra su rostro, pedalea como un gigante, aumenta su distancia, aprieta los dientes, arranca con rabia un trozo de zapatilla que quedó colgante tras semejante porrazo e, incrédulo ante el inminente final de su obra magna, se echa las manos a la cabeza tras seis horas y 272 kilómetros de sufrimiento. Con el maillot agujereado, mojado, herido y feliz, Van der Poel es el nuevo campeón del mundo en ruta. 38 años después de la victoria de Joop Zoetemelk en Giavera del Montello, un ciclista nacido en los Países Bajos se enfunda la licra arcoíris.
Vence el nieto de Poulidor y culmina su regreso a Ítaca. Hubo inclemencias del tiempo, sangre, escaramuzas, reveses del destino y remontadas en el camino del héroe clásico. Porque, al final, la naturaleza del ser humano es inmutable al paso del tiempo.
Un podio dorado
Mientras el nuevo campeón del mundo se sienta en el asfalto y se lame los rasguños rodeado de un mar fieles, tres ilustres luchan por los dos lugares restantes del podio. Como en 2020 en Ímola, acaba segundo el todoterreno Van Aert, un consuelo para una Bélgica que, con la mejor combinación de ciclistas posible, buscaba la excelencia por segundo año consecutivo; es tercero un ciclista tan emocionante como Pogacar. El esloveno, sin el abrigo de Roglic o Mohoric, solo ante la inmensidad, supera al esprint a Pedersen y, sonriente como siempre, se cuelga el bronce sin desmerecerlo un mínimo. Su capacidad para levantar del sofá al aficionado en cada carrera en la que está presente parece infinita.
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Ocho minutos y medio después de Van der Poel, en la decimonovena posición, cruza la meta Álex Aranburu, el primero de los dos únicos españoles que consiguen acabar la amarga carrera. Un rato después del guipuzcoano llega un desaparecido Iván García Cortina (30). Sin protagonismo alguno, la selección vuelve a ser irrelevante en el Mundial.
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