Vuelta a españa
El escalador flaco que descubrió Cerler y fundió a Lucho Herrera
Lale Cubino dice que «fue una gesta» ganar en su debut en la Vuelta en una estación de montaña nueva y que hoy es una leyenda en la carrera
Lale Cubino, venciendo en Cerler en la edición de la Vuelta de 198
A Lale Cubino, un tipo austero y seco de la Castilla profunda, le entusiasma la llamada de ABC para recordar su victoria en la Vuelta de 1987 en la estación de Cerler, un nombre desconocido en su día para los españoles y que se ... convirtió en lugar de peregrinación en el Pirineo oscense después de que fue se colonizado por el exciclista de Béjar. «Si yo pensaba que nadie se acordaba de eso», dice Cubino, 62 años.
La Vuelta escala hoy Cerler, un escenario emblemático, con la hermosa localidad de Benasque en su falda, y Cubino echa mano de los recuerdos. «Era mi primera Vuelta, y no sabía las expectativas que podía tener, no sabía dónde estaba mi lugar en el pelotón».
Cubino sabía una cosa. Tanto en categoría de aficionados como en juveniles, su cuerpo larguirucho y flaco para el ciclismo (1,75 metros) era el de un escalador. «Siempre había destacado en la montaña –cuenta a ABC–. Se me daba muy bien, me sentía siempre fuerte, pero ganar una etapa ante Lucho Herrera, que que en aquel momento era considerado el mejor escalador del mundo, y Vicente Belda, es otro mundo. Para mí fue como una gesta».
«Atacó Lucho Herrera, seleccionó a todo el mundo al comienzo del puerto y solo le pudimos seguir Belda y yo», dice el bejarano, quien creó escuela en su pueblo (Roberto Heras, Santi Blanco de una localidad cercana).
«Vi que Lucho no conseguía dejarme y me fui animando. Cuando quedaban tres kilómetros para la meta, me decidí y ataqué yo. Nunca he tenido miedo, siempre me he tirado a la piscina», relata el exciclista, que en su momento montó un hotel en Béjar y hoy gestiona una tienda de bicicletas junto a la estación de tren en Salamanca.
La imagen que quedó, casi única en los archivos, es la Cubino con los brazos en paralelo, muy alzados, con las motos de carrera detrás y el maillot mítico del BH. «Yo tenía un estilo muy característico, cabecea mucho, me movía mucho. A partir de entonces, Cerler empezó a ser mítica», dice el corredor que ganó en el Tour, el Giro y la Vuelta.