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Los ciclistas de Israel no saben qué hacer

Los corredores dudan entre escaparse, guarecerse en el pelotón, quedarse en los puertos o seguir invisibles por temor a ser atacados

Guillén: «Ninguna federación ha excluido a Israel de su competición»

Ciclistas del Israel, durante la etapa 16 de la Vuelta EFE

José Carlos Carabias

Castro de Herville

Un día más, como todos los días en la Vuelta desde que ingresó en España por Figueras, el autobús del equipo Israel aparca discreto y sin publicidad en el lugar más distanciado del estacionamiento dispuesto por la organización de la carrera. Lejos del gentío, a ... ser posible, y según la ubicación de los pueblos que acogen la salida. Es el sino de una formación cuyos ciclistas no saben qué hacer, si escaparse, guarecerse en el pelotón, descolgarse en los puertos, atacar o continuar su trayecto medio invisibles lejos de los focos. Una atmósfera a la que este martes añadió un nuevo suceso. Los manifestantes pro-Palestina cortaron un árbol y lo cruzaron en medio de la carretera, en el recorrido de la etapa. Los trabajadores de Unipublic habían comprado motosierras en la previsión de que algo así pudiera suceder.

La radiografía de las mañanas en la ronda española trata de aparentar una normalidad que no es fingida, sino buscada. Todos los equipos actúan según los códigos del ciclismo, llegada a las salidas, reunión en el bus, presentación a los aficionados en el control de firmas, atención a la prensa y rumbo a una nueva etapa según el horario fijado.

Esa es la teoría que no se cumple desde hace casi dos semanas, cuando la Vuelta regresó de su periplo por el Piamonte italiano e ingresó en el territorio desconocido para todos. Las protestas pacíficas en favor de Palestina y también las algaradas violentas, que ya han tirado a tres ciclistas, han suspendido una etapa y han interrumpido el desarrollo de la prueba. El equipo Israel es el problema.

Los organizadores de la Vuelta se sienten solos y abandonados por los estamentos implicados en este cortocircuito de orden público. Consideran que nadie los ayuda a arreglar el cisma. No lo hace la Unión Ciclista Internacional (UCI), el organismo con capacidad sancionadora o autoridad para decretar inclusiones o exclusiones.

Tampoco la asociación internacional de equipos ciclistas (AIGCP). Ni los corredores, que según se escucha en las salidas «a veces se quejan de una rotonda mal señalizada, pero no actúan en un problema de orden público como éste». Y mucho menos el Gobierno, a través del CSD, ya que España reconoció al estado de Palestina en mayo de 2024.

Entre el desinterés de unos y la inacción de otros, la dirección de la Vuelta a España interpreta que le han dejado entre la soledad y la decepción de la gestión de una carrera que avanza interesante en el plano deportivo con el pulso entre Jonas Vingegaard y Joao Almeida, con Tom Pidcock a la expectativa, y a sobresalto diario en las cunetas o en las metas de las etapas.

En el equipo Israel el ambiente es sombrío. Aparcan los coches, las furgonetas, el bus y ni una sonrisa o chanza ligera sale del grupo de empleados, los masajistas, los mecánicos, los agentes de prensa y demás personal responden con cortesía y espíritu robotizado. El interés es ganar una etapa, en alguna escapada o conseguir el 'maillot' blanco de mejor joven para el estadounidense Matthew Riccitello, que lidera la clasificación.

La realidad es cruel para los ciclistas del Israel. Lo cuentan exempleados que siguen manteniendo contacto con los corredores. Les cuesta centrarse en la competición por temor a su seguridad. No están cómodos a cola del pelotón por temor a incidentes si los reconocen, pese a que el equipo se borró el nombre Israel del 'maillot'.

Tampoco quieren descolgarse en los puertos, por si la Guardia Civil está lejos y no llega a tiempo de proteger su integridad ante la ingente cantidad de manifestantes pro-Palestina que pueblan el recorrido. En el pelotón no quieren progresar por los costados en los pueblos ante el temor a posibles incidentes. «Están mucho más agotados mentalmente que físicamente», dice una voz que prefiere el anonimato.

Esto cuentan en los demás equipos con pena. Y se recuerda en el pelotón que los problemas de Israel no son nuevos en esta Vuelta. Hace cuatro años, algunos empleados del equipo ya recibían insultos y escupitajos en algunas gasolineras de Francia.

Algunos directores de equipo admiten en voz baja que el conflicto con Israel está «afectando al desarrollo deportivo de la carrera» y muestran su preocupación frente a las dos etapas finales de Madrid. No entienden, eso sí, que «se proteste con violencia para frenar la violencia de Israel».

En este sentido se pronunció este martes Javier Romo, el ciclista del Movistar que ha abandonado la Vuelta a raíz de las heridas que sufrió en la caída por la invasión de calzada de un manifestante. «A mí me han jodido la Vuelta», resumió.

«Yo estoy haciendo mi trabajo, es un espectáculo deportivo y es lo que se debería mostrar. Llevamos vida espartana y somos un ejemplo para los jóvenes y se muestra otra cosa a lo que estamos haciendo. En el incidente se podía haber provocado una tragedia mucho mayor. Tengo golpes, y no son pequeños. Da rabia», comentó Javier Romo en la salida, unas horas antes de abandonar.

«Sí es cierto que vivimos en la indecisión de saber si se va a parar la carrera o no, si habrá incidentes o no, si estarás parado un minuto o una hora en la neutralizada -asegura Josean Matxín, director del UAE-. Vivimos en una burbuja que a veces no te paras a pensar por qué ha sido o no. Estamos focalizados en la carrera, intentar no caerte, colocarte en los puertos… Ya conocemos la musiquilla de 'Viva Palestina' que se cuela en la emisora de Radio Vuelta. Cada uno tenemos nuestra opinión, pero coincidiremos en que la situación en Palestina es terrible».

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