entrevista
La ciclista que reta al cáncer sudando la camiseta
Silvia González ha combatido su enfermedad y un trasplante de médula en diciembre con su pasión por la bicicleta, haciendo kilómetros sin parar. En la Titan Desert competirá con el equipo Aural
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Una bicicleta Pinarello de Miguel Induráin con el dorsal 1 del Tour de Francia 1995 preside la estancia en el hotel Ciclo Lodge de Lozoya donde Silvia González (Madrid, 52 años) cuenta su vida a ABC y su proyecto de futuro: participar en el ... maratón con bicicleta del desierto, la Titan Desert, unos meses después de haber sido operada de trasplante de médula por un cáncer folicular.
Es un ambiente cien por cien ciclista en la sierra norte de Madrid, carteles antiguos del Tour de Flandes, la París Roubaix, la Vuelta a España… Un lugar donde la veterana ciclista se siente feliz, le brillan los ojos y olvida la incertidumbre de una enfermedad que no ha agotado su optimismo. «Ya le dije a mi madre, lo que tenga que ser, sea. Pero si no es, disfrutemos de la vida», suelta con una carcajada.
Silvia lleva toda la vida montando en bicicleta a nivel amateur, spinning, ciclocross, mountain bike, carretera… «No tenía el nivel de Dori Ruano o Joane Somarriba para ser profesional. Y ellas sobrevivieron en el deporte femenino porque eran muy buenas», indica. Compaginó su pasión durante años con el negocio familiar, las autoescuelas. «Fui profesora de autoescuelas hasta que falleció mi padre, cuando yo tenía 40 años. Di clases de camiones, autobuses, coches, motos… Pero cuando él se fue, me faltaron ganas para seguir».
Resuelta y emprendedora se adentró en el ciclismo femenino sin complejos. Después de estudiar arquitectura de interiores, se formó como guía de grupos, monitora deportiva, especialista en señalización. «A veces la mujer ciclista no se atreve a salir a entrenar con un grupo de chicos por el miedo a quedarse la última. Y no pasa nada. Todos sabemos que en un grupo de chicos te puedes quedar la última. Yo misma, con la recuperación de mi operación, me estoy quedando la última en las salidas que hacemos. Nos exigimos demasiado a veces y se trata de disfrutar».
Empezó con el proyecto 'Ciclismo por Madrid', impulsado por el Ayuntamiento y la Federación Madrileña y más tarde se sumó al 'Woman in bike' financiado por Movistar y que cuenta con más de 200 líderes en España. «Hubo un movimiento para desarrollar el ciclismo femenino, al que yo me enganché. Y mucho más después de que me diagnosticaran el cáncer y que pasáramos la pandemia. Pensé con más fuerza que la vida son dos días, vamos a pasarlo bien».
Silvia González vio una manera de ganarse la vida con su devoción por el ejercicio, el aire libre y la bicicleta. «Monté una escuela para niños, luego un grupo de chicas que salían los fines de semana a la carretera y más adelante me integré en otras escuelas privadas en las que también tenemos niños con discapacidad. Y trabajar con ellos es una de las cosas que más me gusta de todo lo que hago. Imparto cursos de tecnificación en la bicicleta, preparo campus, hacemos viajes…».
Los sueños vitales de la ciclista se resquebrajaron parcialmente cuando en noviembre de 2018 le diagnosticaron un linfoma folicular. «Sufrí una caída y me rompí la cadera. Ya tenía unos ganglios que me molestaban mucho y no era normal. Fui a revisión y me dijeron que era cáncer. La primera reacción fue de shock y pensé ¿por qué a mí? No recuerdo si lloré o no en ese momento, pero me quedé con la palabra. Era curable».
Cáncer curable
El informe médico no resquebrajó la moral de la deportista, según cuenta. «Soy de ver siempre el vaso medio lleno. Me dijeron que podía ser Hodgkin o no, peor o mejor, y ni lo miré en internet. ¿Para qué iba a preocuparme? Cuando me dieron el resultado, era no Hodgkin, o sea tiene mejor solución. Y desde ese día no me he sentido muy enferma. He intentado hacer vida normal y lo he llevado bien».
Prosigue con su relato. «Cada dos meses me hacían pruebas, tenía muy inflamado el ganglio de la ingle. Pero yo seguía montando en bici, disfrutando, con las clases, los grupos. En septiembre me dijeron que había que tratarlo con quimio. Y ahí sí me vine un poco abajo. Era un tratamiento agresivo, se me caería el pelo, habría efectos secundarios».
Silvia González estuvo un año con el día a día que conocen tantos pacientes de cáncer. Quimioterapia cada 21 días, vómitos, debilidad, malestar… «Incluso ahí le vi un lado positivo. Para mitigar el cáncer, necesitaba la quimio, y me la iban a dar. Cuanto antes empecemos, mejor. Tenía incluso ganas de empezar».
A la madrileña la rescató su amor por el deporte, la bicicleta. «Yo seguí montando en bici, ¿por qué no iba a hacerlo? El ritmo cardiaco me subía mucho, entonces bajaba un poco el ritmo y trabajaba el VOMax (volumen máximo de oxígeno que puede procesar el organismo durante el ejercicio). Acabé el tratamiento justo antes de la pandemia, en febrero de 2020».
Dolor de piernas
La pregunta vuela, inevitable. «¿Y no te sentías sin fuerzas?». «Me dolían las piernas, pero de montar en bici, no de la quimio. Yo seguía haciendo 100 kilómetros cuando salía en bici. Lógicamente estaba más cansada, y seguía entrenando la fuerza con las pesas. Una amiga, Tania Matos, hizo un máster de cáncer y deporte, y me aconsejó que siguiera ejercitando la fuerza porque la quimioterapia te machaca la musculatura».
Silvia ha tratado su enfermedad en el Hospital 12 de Octubre de Madrid y los médicos no daban crédito a su vitalidad deportiva. «Me decían los doctores que estaba loca, pero yo quería que me diera el aire, salir de casa, verme activa. No me sentía enferma, yo seguía trabajando. Es cierto que existe una incertidumbre sobre qué será de tu vida, no sabes si será malo entrenar tanto… Me dio un pico de fiebre y me asusté, pero era un virus que no tenía nada que ver con el cáncer. El hematólogo no me volvió a decir que no hiciera deporte».
En 2020 Silvia recibió la buena noticia. El cáncer había remitido. Y desde ese instante, debía pasar chequeos. En uno de ellos, el mundo se volvió negro. El linfoma se había reproducido. «No era lo normal –recuerda la ciclista–. Y me derivaron a un ensayo clínico, que he llevado a cabo en 2023. Me ponían quimio todas las semanas, pero yo continué trabajando. Hicimos retos, como la Vuelta a Ibiza, la Epic Race las Hurdes, me hice monitora de pádel surf. A veces en la bici me daban arcadas, pero no he parado».
En diciembre de 2023 entró en el quirófano para un autotrasplante de médula, del que dice ha salido más fuerte. Optimista siempre. «Tenía el hematocrito al 7, y me mareaba solo por pasear. Vestirme ya era una odisea, tardaba media vida. Y no podía montar en bici».
Se fue a la montaña, a la sierra norte de Madrid, a respirar. Y surgió una idea entre sus amigos. «Fran, Virginia y otros me dijeron que mi historia había que contarla, mostrarla al mundo. Y que la Titan Desert podía ser una pasarela de visibilidad. La empresa auditiva Aural nos proporcionó el soporte. Celebran su 45 aniversario y quieren acabar con el estigma del audífono solo para abuelos. Solo tres de cada 10 personas con problemas de audición acuden al especialista».
La Titan desert
En la Titan Desert, un martirio de seis etapas, 603 kilómetros y más de 7.000 metros de desnivel acumulado por las piedras y la arena del desierto de Marruecos, Silvia se encontrará con su ídolo, Miguel Induráin. «Miguel es un ejemplo como persona. Nos conocimos en un evento y me llamó luego para preguntarme por mi enfermedad, cuando el trasplante. Es un señor. Pero le pienso atacar en la Titan, aunque luego me quede, ja, ja, ja».
El reto de la Titan es media vida para Silvia González, quien expresa con su comportamiento una máxima para pelear contra el cáncer. «La actitud lo cambia todo. Personas que se quedaron en el sofá, invisibles, están enfermas. Yo monto en bici, pero puedes salir a pasear, al gimnasio o a ver a los amigos. La fatiga del cáncer no se cura quedándote en el sofá».