Una alegría total para el patrón Alberto Contador

El Eolo Kometa es el resultado de la cantera que propagó Contador cuando era militante del pelotón. Un equipo construido desde abajo, con las escuelas de Pinto y los chavales que se ilusionaron y que finalmente no encontró patrocinador español y tuvo que emigrar a Italia para obtener financiación.

El Eolo no está en la primera división, es un equipo nodriza, que promociona corredores a otras estructuras más potentes (Enric Mas es el caso mayor) y que se busca la vida en la segunda categoría y en las invitaciones para participar en las grandes rondas.

En el Giro está por invitación. Eolo es un patrocinador muy potente en el ciclismo, sobre todo en Italia, y el equipo de Contador es un fiel reflejo de su jefe. Siempre en lucha, siempre al ataque...

Pocas veces se conforma por más que el nivel de sus corredores muchas veces no alcance para optar a triunfos de prestigio. Pero hay otras fórmulas distintas al cara a cara: el tesón, la perseverancia, perseguir las fugas, la inteligencia táctica.

Hace dos años el Eolo justificó su existencia con la victoria de Fortunato en la llegada más emblemática de aquel Giro 21, el Zoncolan, el puerto que compite con el Angliru por ser el más duro del calendario ciclista.

Allí venció el equipo invitado que suele ingresar en la mayoría de las fugas, que busca protagonismo desde el segundo escalón, que no desespera por más veces que la victoria se resista. Lleva 24 triunfos en seis temporadas, una cifra muy estimable.

El Giro enfiló el camino a uno de sus montañas más reconocibles, el Gran Sasso, en los Apeninos próxima a L'Aquila. Uno de los siete puertos por encima de los 2.000 metros en este Giro, junto a lugares de prestigio, como el Giau, las tres Cimas de Lavaredo o el San Bernardo.

Tres ciclistas cruzan los bloques de nieve del Gran Sasso con un castigo severo a la espalda. Son 210 kilómetros de escapada en una etapa de 218. Tres modestos que aspiran al reconocimiento, Vacek, Petilli y Bais.

Llegan a los murales de nieve y se juegan la etapa porque la inapetencia se ha adueñado del pelotón. Situación extraña. Una llegada con todos los condicionantes (casi 40 kms de subida continua) que los candidatos al Giro desprecian.

Roglic no se mueve (tal no puede), a Remco Evenepoel no le interesa (sacará más tiempo en la crono), a Thomas no se le ve (Ineos no es equipo atacante), tampoco Kamma o Vlasov (Bora).

Y el Gran Sasso lo sube un pelotón de cuarenta corredores agrupados. Inédito y casi inexplicable. Y así hasta el final, cada cual con sus números en el potenciómetro y sus objetivos a largo plazo.

Por delante los tres fugados sueñan. Vaceck va descolgado o al ataque, pero no con los otros dos. Petilli parece el más fuerte por su ímpetu por cazar al checo cada vez que sale. Y Davide Bais deja hacer, observando la jugada.

A la hora de la verdad, Bais ha guardado más energías que nadie, ha sido más inteligente o simplemente tiene mejor tarde. Acelera en los últimos metros y nadie lo alcanza.

Así se lleva Alberto Contador una de sus mayores alegrías desde que ejerce esa función sorda y seguramente más desagradecida de patrón de equipo ciclista.