vuelta a españa
Los activistas pro Palestina obligan a recortar la etapa a 8 kilómetros de meta
El colombiano Egan Bernal se impone a Mikel Landa en una tristísima imagen en la pancarta de 8 kms.
Javier Guillén: «Ninguna federación ha excluido a Israel de su competición»
Castro Herville
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Iniciar sesiónLa Vuelta a España avanza entre revolcones, parones y suspensiones, sin un patrón deportivo porque las protestas contra el equipo Israel y a favor de Palestina se lo comen todo. También la etapa 16, que fue neutralizada a ocho kilómetros de la meta en ... el Castro Herville por la multitud de manifestantes, el peligro hacia la seguridad de los ciclistas y los miembros de la caravana y la violencia de las protestas que obligó a intervenir a la policía. Una meta tomada por las fuerzas de seguridad ante la avalancha de activistas propalestinos. El ganador, sin subir el último puerto Castro Herville, fue el colombiano Egan Bernal, quien se impuso a Mikel Landa en la pancarta de ocho kilómetros a meta. Una estampa muy triste para la Vuelta y la afición al ciclismo.
La Vuelta 2025, la de los noventa cumpleaños, está muerta. La han destrozado los activistas pro Palestina, que en teoría protestan por una causa pacífica que cualquiera firmaría, la destrucción a cañonazos de Gaza por parte de Israel, pero que se están comportando como cafres sin sentido, sin razón, sin ninguna consideración hacia competición que debería ser patrimonio de España.
De nuevo protestas violentas, altercados de orden público y ejercicio de la fuerza para expresar una idea en teoría pacífica, paralizaron el normal desarrollo de una carrera que ya no existe, que bracea para alcanzar la orilla sin mucha probabilidad de éxito. Se ve muy lejos la llegada a Madrid, porque la Vuelta es una competición vulnerable, expuesta a cualquier estropicio.
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Las protestas pro-Palestina ponen en peligro el final de la Vuelta
José Carlos Carabias
La situación en la meta de Castro Herville, una localidad próxima a Mos y a Vigo, era insostenible con el pelotón lanzado a menos de media hora. Viajaba la carrera por estancias maravillosas, el puerto de Prado, una carretera de los años 60, baches, grava, estrecheces y rampas.
Auténtico espectáculo para la vista porque los ciclistas se retorcían, forzaban hasta la extenuación, hacían eses como si estuvieran en el Angliru. Ahí se manejaban Mikel Landa y Egan Bernal, dos corredores necesitados de rehabilitación. Duelo estupendo que fue emborronado, masacrado por los que proclaman paz y humanidad.
A dos kilómetros de la meta, las fuerzas del orden no tenían forma de contener a los más de mil manifestantes que se concentraban en el cruce de caminos por el que debía pasar la etapa. También a 300 metros de la meta la aglomeración de manifestantes era terrible y muy peligrosa. Nada de protestas pacíficas, insultos a la prensa, a los empleados de Unipublic, a cualquiera con una acreditación. Tremendo.
Había niños con las banderas de Palestina, personas mayores con alguna dificultad de movilidad y personajes violentos cuya actitud no cuadra con una manifestación en reclamo de paz.
Otra vez, como en la Gran Vía de Bilbao, la actitud violenta de los propalestinos obligó a la organización de la Vuelta a neutralizar parte de la carrera. Después de franquear el maravilloso Alto del Prado, la dirección de Unipublic decretó el final de la etapa en el kilómetro 159.
Los violentos han triunfado. Fue una imagen lamentable el desenlace de la etapa. Dos corredores de primera línea, Egan Bernal y Mikel Landa se disputaron la victoria en una cuesta de comienzo puerto, pancarta de ocho kilómetros en la que no había nada. La soledad.
Antes los activistas propalestinos habían cortado un árbol y lo habían tumbado en la carretera a 127 kilómetros de meta. Ante la previsión de este tipo de acciones, los empleados de Unipublic y las fuerzas de seguridad habían comprado motosierras. Cuando el pelotón llegó a ese punto de la carrera, la zona estaba limpia y el árbol desplazado.
Había pinchado Vingegaard, aunque a nadie parezca importarle, y su compañero Tulett le entregó su bicicleta con celeridad para hacer un cambio de montura estilo Fórmula 1. El danés se reintegró al grupo de Almeida sin perder tiempo en una etapa que deportivamente podía haber sido excelente y que acabó en pocilga.
La imagen de los ciclistas tirados en medio de la nada, a ocho kilómetros de la meta, sin saber dónde tenían que ir al acabar la jornada, sin acceder a los buses, mezclados con el público, haciendo selfies y autógrafos, describe el estado de las cosas en una carrera que ha fallecido. Palestina ha podido con la Vuelta.
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