El loco de los Pirineos

A Perico Delgado le seducen las relaciones públicas, el arte de la comunicación, las sinergias humanas. Y no se sintió extraño cuando la colonia periodística le abordó aquel día de forma multitudinaria, décima etapa del Tour 83, corazón de los Pirineos, meta en Luchon. Delgado se había exhibido pinturero, fotogénico y atractivo para la televisión en el descenso del Peyresourde.

Le filmó el cámara de la moto -en realidad, el que mejor ve las carreras en directo- y la gente preguntó al instante por ese chiflado con la camiseta azul del Reynolds que se jugaba el pescuezo a tumba abierta. Aquella pose sobre la bici, la cabeza hundida por delante del manillar, el cuerpo en forma de pico, el trasero arriba, las dos piernas flexionadas, un pie delante y otro atrás a la misma altura en los pedales. Para el ciclismo español, la imagen de aquel Tour balsámico. Al día siguiente, Delgado era la portada del prestigioso «L´Equipe» con este titular a toda página: «El Loco de los Pirineos».

El segoviano lo recuerda así: «Era la primera etapa de montaña y Millar y Patrocinio Jiménez habían coronado el Peyresourde delante. Yo me lancé porque el descenso tiene muchas rectas y pocas curvas malas. Les recortaba tiempo, pero no mucho. Y me acordé de aquel ruso que adoptó esa postura tan estrafalaria en el Tour del Porvenir de 1978. Era muy grande, y pensé que a lo mejor funcionaba conmigo, que no soy tan grande. Iba en tensión y quería ir muy rápido. Aguantaba en esa posición durante doscientos o trescientos metros porque me castigaba mucho el cuerpo. Llevaba un plato de 53 y un piñón con 13 dientes. Le recorté mucho a Millar, pero me ganó la etapa por seis segundos».

Con 23 años, Delgado implantó una moda en el Tour. Desde ese día, buena parte del pelotón copió la aerodinámica del segoviano en los descensos. La excitación para el español subió de tono en aquel Tour (Arroyo venció en el Puy de Dome y él fue segundo). «Cada día me fui convenciendo de que podía ganar el Tour, que era mi carrera». Un desfallecimiento en el Joux Plane, en el que entregó 25 minutos, aplazó sus sueños de juventud. Ganó Fignon en su debut.

Y Perico tuvo que esperar hasta 1988 para acreditar su estirpe castellana en la «Grand Boucle». Desde un verano antes, desde que agarró su primer «maillot» amarillo en el Alpe d´Huez -luego no pudo defender 37 segundos ante Roche en la contrarreloj-, a Perico le etiquetaron en Francia como «mallot yon», el monsieur que no pronunciaba «maillot jaune» con el gusto francés por la correcta entonación. Le hacían entrevistas y él, que estudió el idioma de Moliére desde párvulos al antiguo BUP, no daba con la fórmula fonética.

Pasaron los años, pasaron los Tour y a Delgado le quedó la impresión de que eran los oídos franceses los que no captaban su estilo. Un día, tiempo después, su ex compañero francés Dominique Arnaud pidió un yogurt en una mesa repleta de españoles y el camarero le dijo que no le entendía. «Si no os entendéis ni entre vosotros», exclamó Pedro Delgado, convencido desde entonces que «mallot yon» se pronuncia como él dice.