Lance, con la lengua fuera
«He sufrido. He intentado seguir a Alberto, pero no he podido». Armstrong hundido. Una sensación nueva pese a sus casi 38 años. La misma que padecieron Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin. Aunque, cuidado con Armstrong. «No firmo ser segundo. Queda una semana y pueden ... pasar muchas cosas». Aún no se resigna a ser como los demás mitos. Los que cayeron.
Todos fueron víctimas. Del Tour o del infortunio. Anquetil no ganó más Tours porque no le hizo falta. Ya tenía cinco. El primero en tenerlos. Pudo haber sumado el sexto, en 1958 y en 1965. En el primero le paró Charly Gaul y le hundió la lluvia; en el segundo ni se presentó: «Mi salario no aumentará por ganar el sexto Tour», dijo.
Golpe a Merckx
El siguiente dominador fue Eddy Merckx: masticó las ediciones de 1969, 1970, 1971, 1972 y 1974. Y pudo haber dominado las ediciones de 1968 y 1973 (fueron para Janssen y Ocaña), pero no las disputó. Nadie le batió en ellas. Pero sí en 1975.
Fue en la ascensión al Puy de Dôme. Un espectador golpeó en un costado al belga. Aquella agresión le pasó factura días después. Merckx, pese al dolor, atacó en el col de Allos. Relegó al ídolo local, Thévenet. Parecía que había agarrado definitivamente su sexto Tour cuando en la última ascensión de aquella etapa, el anónimo puerto de Pra Loup, se quebró. Ese puerto quedó para la historia. Donde cayó Merckx. Derruido por la fatiga y el golpe, vio cómo le pasaron todos: Gimondi, Thévenet, Zoetemelk, Van Impe.... Acabó segundo tras Thévenet el que iba a ser su sexto Tour.
El trono de Merckx lo ocupó Hinault, el campeón feroz. «Hubiera podido ganar seis, incluso siete, sin mis problemas de rodilla». Se refiere a la edición de 1980, cuando portando el maillot amarillo tuvo que retirarse. Acababa de ganar el Giro y se dirigía hacia su tercer Tour. Ganó desde el prólogo hasta la primera contrarreloj larga. Ni Thurau, ni Zoetemelk, ni Kuiper le hacían sombra. Hasta que llegó la etapa que acababa en Lille y cruzaba por varios tramos de pavés de la París-Roubaix. Apenas pudo seguir a sus compañeros del Renault en la contrarreloj por equipos de Beauvais. Hinault corrió días mordiéndose los labios de dolor. Zoetemelk le superó en la contrarreloj de La Plume. Esa misma noche, los responsables del Tour, Goddet y Levitan, recibieron un aviso de urgencia. Tenían que acudir al hotel donde estaba alojado el Renault. Allí vieron entre lágrimas a Hinault, con la rodilla inmovilizada, de piedra. Retirado del Tour.
Induráin, K.O. en Hautacam
Induráin era el prototipo de la calma. Tras los cinco Tours consecutivos, el de 1996 se daba casi por supuesto. Sexta etapa, a seis kilómetros de la cima de Les Arcs. Riis, un percherón danés sin currículo, aceleró. Sucedió algo nunca visto: Induráin torció el gesto y se quedó atrás. En esos seis kilómetros cedió cuatro minutos y empezó a perder el sexto Tour. Les Arcs resultó el anuncio de lo que luego sucedió en Hautacam, la cuesta que vio a Riis ascender con el plato de 53 dientes y combustible a base de EPO. Aquel Tour pasó por Pamplona. Era un homenaje de la Grande Boucle al navarro y resultó el desfile de un funeral. Induráin cabó decimoprimero su último Tour. En enero, tras proclamarse campeón olímpico, anunció su retirada.
Armstrong también se fue, en 2005. Se despidió desde el podio de París de su séptimo Tour. En siete años sólo había tenido dos crisis. La primera, en 2000, cuando Pantani se inmoló para retarle en el Joux Plaine, el puerto donde, como él dice, vio la nieve negra: la expresión para definir el desfallecimiento. Aquel fue su peor día y perdió poco más de un minuto. Hubo otra crisis, en la contrarreloj del Cap Decouverte, en 2003. Deshidratado, cedió otro minuto y medio. Y nada más. Dos minutos de nieve negra en seis años. Ayer volvió a nevar sobre Verbier. El alud de Contador.
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