Enric Mas le exige otra marcha a Roglic

En Valdepeñas de Jaén no hay pérdida posible cuando el GPS se vuelve loco y se descontrola entre camiones, unidades móviles y calles cortadas. Todo el mundo conoce la cuesta que ha dado fama al pueblo de la Sierra Sur de Jaén . «Es allí a la izquierda, donde no sube el camión», indica un vecino.

Los trailers de la organización y de la tele tienen que hacer esprints porque a ritmo se quedan bloqueadas. El tramo del 23 por ciento en el repecho de Las Farjas impone cierto respeto subiendo con un utilitario moderno. Por ahí trepan señores con la barra de pan bajo el brazo y señoras con el carro de la compra. Los habitantes de la rampa abren la puerta de su casa y se encuentran con una lámina de publicidad atornillada al suelo. «Si no es por la Vuelta, ¿quién va a venir hasta aquí?», se pregunta una señora mientras toma un helado de fresa en la hora del aperitivo.

Valdepeñas es un pueblo escarpado, la mitad colgado de la ladera de una montaña. 3.800 habitantes en el último censo. Desubicado de las grandes áreas de comunicación y de acceso complejo por el enrevesado y estrecho puerto de Locubín, por donde el danés Cort Nielsen sueña con su segundo éxito en la Vuelta, lanzado a toda mecha después de desmembrar a sus compañeros en la fuga de la fuga.

Por el angosto pasillo que conduce a Valdepeñas de Jaén, Roglic muestra apetito . Estimula a sus gregarios en el Jumbo para cancelar la escapada. Las Vueltas, los Tours, los Giros, no siempre se ganan en la última semana. Se deciden también en el mejor pico de forma del candidato uno.

Lo hizo Pogacar en el último Tour, entallado el maillot amarillo a su espalda después de siete días exuberantes entre la contrarreloj y el primer envite en los Alpes. Roglic gasta fama de digerir mal las últimas semanas. Así perdió el Tour 20 y en la misma onda le puso contra la pared Richard Carapaz en la Covatilla de la Vuelta 20 y el lío con el Movistar.

Cort Nielsen acomete la pared de la cesta de la compra con 20 segundos de ventaja. Son 900 metros puntiagudos , oscilantes, donde la calle se aprieta y arrincona a los ciclistas. Aparece Kuss, el escudero de Roglic, uno de los tres mejores escaladores del mundo. El esloveno tiene hambre.

Al tiempo que suelta el latigazo, surge a su vera Enric Mas, en otra dimensión, un tipo resuelto que pone la bici paralela a la del balcánico. El balear no acepta la jerarquía, pelea por subir en cabeza, como el coche de F1 que gana la posición. Roglic lo cierra en el paso estrecho, donde la carretera se vuelca hacia atrás. Hablan los codos, las miradas, la ambición. Mas tantea a su rival, mientras el resto no puede llegar a la pareja. Supermán, Egan, Haig, Adam Yates... Son solo unos segundos, pero parecen días en la súper-rampa, tan lento el ritmo de los mejores ciclistas del mundo.

Es un mano a mano entre los candidatos a ganar la Vuelta, el ardoroso esloveno que nunca frena y el renovado mallorquín que muestra al fin codicia. Por un momento parece que Enric Mas puede aliviar el desastre del ciclismo español , que no ha ganado una etapa (tampoco en el Tour), pero Roglic tiene una marcha más, la que lleva a la victoria en la pared de la sierra de Jaén.