Ciclismo

Tom Dumoulin, otra víctima de la salud mental

El ciclista holandés se retira por segunda vez a los 31 años al no cumplir las expectativas de éxito que imaginó

Cualquiera podría pensar que la plaga moderna del deporte, esa tendencia a la depresión que se expresa como problemas de salud mental, no afectaría a un tipo que se detuvo en la pradera, siendo líder del Giro, para aliviar los crujidos del estómago y dar ... rienda suelta a la naturaleza mientras sus rivales le atacaban en los Dolomitas italianos. Tom Dumoulin, ciclista holandés rebautizado como un nuevo Induráin por su planta (1,85), sus trazas en la bici y su poderío contrarreloj, no se derrumbó ante ese retortijón que dio la vuelta al mundo. Ganó aquel Giro. El éxito que se esperaba de un corredor de su categoría, que posee victorias de etapa en el Tour, la Vuelta y el Giro. Pero a Dumoulin le atacaron los ‘demonios en la cabeza’ de los que hablaba Simone Biles en su renuncia de los Juegos, se llenó de ansiedad antes que de ilusiones y después de tres años en tono decadente y los galones perdidos ante Roglic en su equipo, decidió parar. Una primera retirada en enero de 2021, un regreso en busca de sensaciones durante el verano y el adiós definitivo esta primavera. Otra víctima de la salud mental en el deporte.

«Todos me vieron infeliz, pero nadie pudo ayudarme», declaró el neerlandés la semana pasada en una entrevista en ‘L’Equipe’. Dumoulin se había retirado joven, 30 años, angustiado por no cumplir las expectativas que imaginó. «A finales de 2020, yo era solo una sombra de mí mismo y decidí en ese momento tomarme un descanso del ciclismo y pensar en mi futuro», comunicó entonces.

Un mensaje similar al de tantos atletas que ya han transitado por el escaparate público de la depresión y la zozobra mental. «Me sentía vacío por dentro, no tienes sentimientos, no tienes pasión», explicó Andrés Iniesta. «Todo se rompió en mil pedazos porque empezaste a darme miedo. No te podía ni ver. Incluso llegué a odiarte... Solo quería huir de ti y de todo lo que te rodeaba», se desahogó Alex Abrines con su deporte, el baloncesto. «No supe gestionar el éxito, estaba quemado y caí en el alcohol», contó a ABC el nadador Rafael Muñoz . Michael Phelps pensó en el suicidio, Simone Biles y sus demonios en la cabeza, el miedo a hablar en público de la tenista Naomi Osaka. El deporte profesional le ha pasado factura a Tom Dumoulin.

El holandés regresó el pasado verano. Su talento para rodar retrasó el anuncio que ahora se hace oficial. Ganó la plata olímpica contrarreloj en los Juegos de Tokio, volvió a ser campeón de Países Bajos contra el crono y se presentó al último Giro con aire rejuvenecido, un equipo potente a su servicio (el Jumbo sin Roglic) y la perspectiva de su rehabilitación para la elite. Sin protagonismo, puesto 31 en la general, Dumoulin se retiró de la carrera rosa y regresó al cuarto oscuro de la desesperación. Fue el anticipo de la jubilación. «Desde hace un tiempo ha habido un desequilibrio entre mi dedicación al cien por cien, todo lo que hago y el sacrifico por el deporte, y lo que obtengo a cambio», confesó el ciclista, que se despedirá del pelotón al final del año.

Se trata de un episodio similar al que firmó el velocista Marcel Kittel en 2019 cuando tenía 31 años. Vencedor de 14 etapas en el Tour de Francia, es el ciclista alemán con más victorias. También se cansó del ciclismo. «Perdí todas las motivaciones para seguir torturándome sobre una bicicleta. No quería ver crecer a mi hijo por Skype». Centrado en sus estudios universitarios de economía y centrado en su familia, Kittel dice ahora que «estoy donde quiero estar en la vida».

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