Bañeras y somieres

Lo último es poner bañeras viejas como abrevaderos y somieres en desuso sustituyendo a una puerta, sentenció. Con toda razón, pues pocas cosas disuenan más que el esmalte blanco campeando entre encinas centenarias y no digamos los muelles de los somieres para cerrar un prado. La naturaleza tiene un orden que, a Dios gracias, no es matemático pero que es orden; un árbol no es simétrico, está equilibrado en sus ramas y es armónico, el agua de los arroyos desperezándose hace juego con junqueras y fresnos, hasta los roquedales que rompen en las alturas, tan ásperos, ayudan a apreciar la serenidad de las llanuras.

Los humanos han irrumpido en el paisaje, especialmente con la agricultura, pero al cabo del tiempo incluso esta encuentra acomodo. La belleza veraniega de un mar de espigas y la música de su entrechocar por el viento hace cantar a Jorge Guillén: «Muchedumbre de trigos, en un rumor terminan. Trigo aún y ya viento». Fundidos espíritu y sentimiento, ¿Hay nada más acorde que la dehesa española, donde la razón humana ha puesto orden en la flora, esculpiendo árboles con el matorral y dibujando suelos de hierba para el ganado?