Solanas y umbrías
El corzo en pocas palabras
P. Capote
Establecidos sus territorios a principios de la primavera, en el momento que termina la formación de su cuerna con la caída de la borra o descorreado, es un buen momento para ver a este pequeño cérvido que, entre lluvia y lluvia, sale a los pastizales ... a orearse o a comer los primeros brotes de las siembras que empiezan a apuntar tras los rigores invernales. El corzo valora tres cosas no muy distintas de las que elegiríamos muchos de nosotros, a saber: la pitanza, una pareja y refugio, aunque en esto último ha demostrado conformarse con poco. La explosión vegetal de mayo aporta al corzo alimento y cobertura y si consigue un buen territorio no le faltará la tercera pata del banco y podrá criar.
Al parir las hembras a mediados de mayo (su embrión ha pasado el invierno inactivo por la diapausa hasta la llegada del buen tiempo), los machos dominantes expulsarán a los jóvenes del año anterior. Estos son los que engrosan las cifras de caza y atropellos. Según se alargan los días y las siembras espigan, se hace más difícil dar con ellos, el alimento que abunda en el monte les resulta más atractivo que el cereal en ese estado.
El corzo es un sibarita. Un corzo comiendo es la antítesis de un jabalí. El corzo es un auténtico ‘gourmet’ al que no todo le vale para saciar el apetito, escoge de cada rama lo que considera el mejor bocado, los brotes más tiernos, las flores recién abiertas. Posiblemente esto se traduzca en la exquisitez de su carne, que es apreciada como pocas por los ‘gourmets’ de la especie humana.
Así pasa el 80% de su rutina diaria, ahora oculto en el monte la mayor parte del tiempo, que en esta época es frondoso y menos transparente, hasta que los primeros síntomas del celo afloran al comenzar el verano, para consumarse entre julio y agosto, momento en el que se hace más fácil encontrarse con los grandes machos en los secos pastizales. Con el estío vuelve la escasez de alimento y los brotes tiernos son sustituidos por hojas y frutos y por las primeras gramíneas y herbáceas del otoño. En noviembre llega el desmogue; y liberado de la competencia por las hembras se dedica a ganar peso para pasar el invierno, estación en la que es más sociable y gregario. La lucha por la vida será más dura en ese tiempo hasta la siguiente primavera.
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