Natación adaptada
«Mi capacidad es mucho más grande que mi discapacidad»
Con 18 títulos mundiales en natación adaptada, el extremeño Guillermo Gracia lucha por barrer estigmas en torno al Síndrome de Down
Cáceres
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Iniciar sesiónGuillermo Gracia (Cáceres, 2004) nació con un cromosoma más en todas sus células. Nació con Síndrome de Down. Sus padres no lo sabían de antemano. «Menos mal», dice su madre: «Nunca sabes qué vas a pensar o cómo vas a reaccionar». Recibieron la noticia ... y, de primeras, se quedaron en «estado de shock». No se espera, no se desea y, seguramente, no se está preparado para asumirlo, pero el caso de Guillermo, su historia, su vida, sus logros, demuestran que solo es una cuestión de ritmos. Y, en la vida, cada uno tiene el suyo. También él.
La historia de este joven extremeño dibuja ciertas paradojas especialmente bellas, que son casi una moraleja en sí mismas. Con tres meses, siendo todavía un bebé, sus padres empiezan a hacer con él terapias de estimulación en la piscina, en el agua. A Guillermo le gusta decir que, cuando nada, se siente «como un delfín». Es difícil definirlo mejor. Desde los tres meses, su vida está en el agua. De hecho, sus más cercanos no tardaron en ver que su talento estaba ahí. Con tres años, sus ejercicios de natación despuntaban: «Estaba cómodo, le gustaba y se le daba bien», dice Lorena, su madre.
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Poco a poco, empieza a competir como nadador adaptado. Desde entonces y hasta hoy, con apenas 21 años, Guillermo ha logrado un palmarés insuperable: 18 campeonatos del mundo, 12 campeonatos de Europa y 57 campeonatos de España. Ni él ni su madre saben de memoria cuántas medallas ha ganado ni cuántos récords ha superado -desde luego, no son pocos-, pero sí recuerdan que fue campeón nacional, por primera vez, con apenas 13 años: «No estaba planeado, no estaba previsto, hasta que empezó a competir y a ganar».
Tiene, eso sí, una gran espina. Y es que su categoría, S15, no está reconocida como paralímpica: «Es tan fácil como tener Síndrome de Down o no tenerlo», recalca su madre. Guillermo dice que «sería una pasada». Sobre todo, porque su tierra, Extremadura, de la que siempre presume, tendría otro campeón paralímpico: «Yo, a cada campeonato que voy llevo la bandera, soy muy extremeño».
Charlas en colegios
Precisamente en su tierra, se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un gran ejemplo de resiliencia y superación. Da charlas en colegios e institutos. Cuenta, con mucha ilusión, que anima a los chavales a «que hagan deporte y que luchen todo lo posible», pero hay una frase que siempre repite y que, seguramente, explique bien por qué es un referente: «Siempre digo que mi capacidad es mucho más grande que mi discapacidad».
Su madre reconoce que es «muy riguroso». Entrena de lunes a sábado, una hora por la mañana y dos por la tarde en agua, más gimnasio, y tiene un control exhaustivo sobre su alimentación. No cenaría una pizza un martes, pero sí el domingo, dice Guillermo, «porque es el día de descanso». Los domingos se permite pecar, el resto de días no.
Compagina los entrenamientos y la competición -con el Club de Natación Cáceres Delfines- con los estudios. Ya obtuvo su título de FP relacionado con los deportes y ahora alterna entre unas oposiciones como técnico de mantenimiento y un curso de informática. Cuando se le pregunta si se va a quedar ahí, no tarda un segundo en responder: «Voy a ir a más». Aunque su sueño, eso también lo tiene muy claro, es ser entrenador y ayudar a quienes quieran dar los mismos pasos que ha dado él. Todo porque, evidentemente, no puede vivir de sus éxitos deportivos. Tiene sus patrocinios, pero ni son equiparables al de un paralímpico «ni da para vivir», como dice su madre: «No se reconoce lo suficiente lo que hace y mira que nos movemos (…) al final, la natación es un deporte minoritario, la natación adaptada más todavía, no hay ningún deportista extremeño que tenga su palmarés, pero nadie se hace eco», lamenta.
Ahora, Guillermo entrena duro para enfrentarse a su próxima competición, al próximo mundial que se celebra en Tailandia en el mes de agosto. Si se le pregunta si vendrá de vuelta con tres o cuatro medallas más, admite, sin dudar, que sí, que lo hará, que volverá a ganar. Con seguridad y, lo más difícil, con una sonrisa pegada a la cara. Vive sonriendo, un reto imposible para el común de los mortales.
Uno más
Su madre no sabe cómo definirle. Asegura que se trata de una persona «íntegra, trabajadora y responsable», pero, más allá de calificativos, lo que subraya es que les «mantiene unidos». Es el primero en dar los buenos días en el grupo de WhatsApp de la familia. El primero en dar las buenas noches. El primero en alegrarse o preocuparse por el resto. «Pon un Guillermo en tu vida», afirma riendo su madre. Él, sin embargo, sí tiene claro cómo definirse. Con la misma sonrisa con la que acompaña toda la entrevista contesta, de forma muy contundente, que él es, simplemente, «uno más».
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